que la seguridad retorne bajo la forma de un proyecto forzado en el cual se vuelca, conterquedad, la vida. Es necesario, en cambio, mantener el impulso hacia adelante en elmínimo imprescindible para conservar el gobierno, y aferrarse al timón. Experimentamosla necesidad de proporcionarle un sentido a nuestra vida apuntándola en alguna dirección.Navegar es lo contrario de flotar al garete, abandonados a los caprichos del destino.Navegar es elegir un rumbo y encaminar la proa, realizando cada día la tareaimprescindible para mantener el curso. Esa tarea implica el esfuerzo de un trabajo y unaresponsabilidad, pero cuando el temporal amaina hace falta también un lugar para el ocio,porque el ocio, que abre un espacio creativo, no se opone al trabajo, sino al negocio. Altrabajo se opone la molicie, que es la blandura irresponsable del pusilánime que se dejaestar y vive “al garete”, sin conservar el impulso necesario para gobernar el timón.7- El puerto de destino es una conjeturaCuando alguien levanta su brazo para arrojarnos una piedra podemos agacharnos. Tambiénpodemos, hasta cierto punto, proyectar las trayectorias de los actores de una escena, paraestimar hacia dónde los conducen sus actos, y saber, de manera previsora, lo que debemoshacer en el presente. Nuestra capacidad para adelantarnos al futuro no alcanza, sinembargo, para justificar el que nos pre-ocupemos con aquello de lo que todavía nopodemos ocuparnos. Nuestros deseos y temores son recuerdos, pero es verdad que nuncase vuelve al lugar de donde se ha salido, porque lo que “vuelve” no es igual a lo que fue.La mayor parte de lo que deseamos o tememos no ocurre del modo en que lo habíamosimaginado. Posible, dirá Weizsaecker, es lo no realizado, lo que ya se ha realizado es ahoraimposible. No se puede ir dos veces a París por vez primera.Un puerto de destino otorga sentido y dirección a nuestra vida, pero si reflexionamos en loque el pasado nos ha dado vemos que el logro se acumula en la ruta, no se obtiene “todojunto” en la meta; y en algo difiere, además, del propósito inicial. Aprendemos muy prontoque los logros que obtenemos, al llegar ya no son fines, sino medios necesarios paraalcanzar otro fin. Una razón más para sostener que el fin no siempre puede justificar losmedios.Permanecer sin cambiar es también imposible. La experiencia nos muestra que lo que noavanza retrocede y que lo que no progresa se arruina. Podemos comprobar que cuandoel descanso se prolonga más allá de restaurar las fuerzas se pierde agilidad. Si aceptamosque cumplido un período de tiempo es necesario nacer, debemos también admitir que elcambio que hoy tememos es un proceso que se ha iniciado ayer. Si es cierto que, comodijimos antes, una vez que se ha partido es imposible volver, no es menos cierto que unavez que se ha llegado es necesario partir. La importancia no reside entonces en llegar, sinoen la manera como se recorre el camino.8- El canto de las sirenas debe escucharse atadoSi no encontramos la manera de realizar nuestros deseos y renunciamos a la acción,nuestro ánimo se puebla de sueños. Pero es imprescindible distinguir entre los sueños,como afirma el Prometeo de Esquilo, aquellos que han de convertirse en realidad. Cuandoel que espera desespera frente al esfuerzo que lo separa de la meta, corre el riesgo de ser170
subyugado por un canto de sirenas que lo aparta de su rumbo ofreciéndole la tentaciónengañosa de los caminos fáciles.Fuimos concebidos como producto de un deseo que no se agotó en ese acto, sino quecontinúa, en cada uno de nosotros, como tendencia hacia una nueva concepción. Nuestrospadres también han querido ser abuelos, y nuestros deseos de procrear incluyen a lossuyos. Nuestros propósitos se prolongan, sin duda, más allá de los límites de nuestra propiavida. La vida de uno mismo es, en definitiva, demasiado poco como para dedicarle,por entero, nuestra vida. No es posible ser primero “para uno” y luego convivir. Uno seconstituye como uno en el encuentro con los otros. La única forma de ser es ser con otro.La única forma verdadera del placer es complacer. El significado de una vida se establecesiempre en el vínculo con alguien que le otorga su sentido. Vivimos “para” alguien que es,a la vez, destinatario de nuestros actos y juez del “expediente” que relata lo esencial denuestra vida. En el ejercicio de esa ofrenda que suele adquirir la manera de un imperativomoral que funciona entre la inocencia y la culpa, o entre la absolución y la condena,podemos realizarnos en la plenitud de nuestra propia forma o hundirnos en la ruina.Detrás del deseo (trivial) de la inmortalidad, se oculta la necesidad de vivir, con suficientemagnitud de ánimo, de un modo que trascienda, más allá del egoísmo o del altruismo, másallá de la paternidad, de la maternidad o de la familia, el entorno inmediato de lo quellamamos “yo”. Contrariar esa necesidad real de trascendencia, que puede seradecuadamente satisfecha mediante los actos concretos del vivir cotidiano, impide que lavida se desarrolle en la plenitud de su forma. El deseo que no se satisface, sostiene WilliamBlake, engendra pestilencias. Todo lo que nos arruina nos conduce a ser ruines.9- En la nave se afirma la rémora. Luego de haber aparejado es necesario zarparGenio y figura nos acompañarán toda la vida. Lo mismo ocurrirá probablemente conalgunas de nuestras buenas o malas compañías. Solemos rechazar lo bueno, a veces conuna temeridad irresponsable, a veces con noble valentía, porque anhelamos lo mejor. Perotambién solemos quedarnos con lo malo, a veces por cobardía, a veces con prudencia,porque tememos lo peor. Es inútil soñar con mares sin escollos o imaginar que se navegacon un distinto navío. Vivir como si el mundo que recorremos fuera otro, o intentar ser otracosa que uno mismo, es apurar el fracaso. Pero también es cierto que todo lo que puedearruinarnos está allí, como el éxito, en el lugar en que habitamos y consustanciado en loque somos. Todo navío se abruma cuando se demora en el puerto, cuando ha llegado lahora es necesario zarpar.Es imposible saber cuán profundos serán nuestros cambios, pero no todos los que nosaprecian nos aman ni todos los que nos desprecian nos odian. Muchas veces el que apreciavende y el que desprecia compra. Es necesario distinguir la bondad de la maldad tanto enlas críticas como en los elogios. Debemos resignarnos a que nuestra vida se realice entre elodio y el amor, porque ninguno de ellos se dará sin el otro. Ambos existen también dentrode nosotros y las aguas navegables de nuestra existencia cotidiana trascurren, con apacibleinocencia, entre dos filosos escollos: el odio a lo bueno, por querer lo mejor, y el amor a lomalo, por miedo a lo peor.171
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