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Fundación Luis Chiozza

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noción construida. Pasado y futuro constituyen, en la opinión de Einstein, una ilusióntenaz, de la cual es muy difícil desprenderse. Vivimos en un presente atemporal. Es allí quenuestra vida ocurre, en el único instante actual en el que existimos, nacemos, sufrimos,gozamos o morimos. Vivimos “entre” lo que ya no existe y lo que no existe aún, en elahora desde el que soñamos el entonces de un ayer y un mañana teñidos, significados, porla emoción de hoy.Reiteración y cambioCuando prestamos atención a la trayectoria de las personas que conocemos bien, y sobretodo cuando reparamos en el curso de nuestra propia vida, comparando distintas épocas porejemplo, hay algo que suele sorprendernos. Por un lado, tenemos la fuerte y sólida idea deuna identidad que se mantiene a través de los años; “somos así”, de acuerdo con elproverbio que sentencia: “genio y figura hasta la sepultura”. Por otro lado, simultánea ycontradictoriamente, los cambios nos parecen tan profundos como para llevarnos a pensar:“éramos otros”. Cuántas veces hemos sentido, mientras mirábamos una fotografía denuestra juventud, lo que dice el poeta: yo soy aquel que ayer nomás decía, el verso azul yla canción profana. Es evidente que la continuidad que se reitera, día a día, en una forma deser reconocible, no excluye el hecho de que cambiamos mucho. Somos un producto,entonces, configurado por la combinatoria de la reiteración y el cambio.La cultura, como la vida misma, puede ser vista como el desarrollo “explícito” de un ordencomplejo previamente “enrollado” o implícito. También puede ser vista como un procesoirreversible que evoluciona hacia un estado desconocido y jamás alcanzado. No es difícildeducir que el primer modelo, que por ejemplo encontramos en el pensamiento de Bohm,contiene la idea de una fluctuación recurrente y periódica, mientras que el segundo concibela existencia de un tiempo lineal que marcha en una sola dirección, configurando lo que seha denominado “la flecha del tiempo”. Independientemente de cuál sea, entre esos dosmodelos el que más nos convence, en ambas culturas (la individual y la de la especiehumana) podemos reconocer la existencia de una flecha del tiempo que, bajo la forma“circular” de un aparente retorno, recorre una trayectoria helicoidal que nos permiteconsiderarla irreversible en los tiempos “biográficos” de una vida humana o, para el casode la cultura de los pueblos, en los tiempos “históricos” en los cuales se ha desarrolladonuestra especie. La afirmación de José Hernández: “si la vergüenza se pierde, jamás sevuelve a encontrar”, nos recuerda que, a pesar de que solemos entretener una parte denuestra vida tentados con “la ilusión de volver”, el regreso, cuando no es ilusorio,solamente se refiere al espacio. No existe, por ejemplo, en los términos de una vidahumana, un “camino de vuelta” a la inocencia, porque la experiencia, que deshace a lainocencia, se integra de manera indisoluble en la memoria que define los límites “yoicos”de esa existencia humana.Es importante comprender que la cultura es un cambio que puede realizarse de maneragradual o adquirir la forma de un “salto” repentino y brusco que “atraviesa” un territoriointermedio, inestable, difícilmente observable. En los últimos años la ciencia ha prestadocada vez más atención a ese tipo particular de cambio repentino, que nos ayuda acomprender mejor las realidades complejas, y ha utilizado para designarlo la palabra“catástrofe”, que en su significado original no lleva implícita obligatoriamente unacalamidad. Ha ocurrido, además, otro suceso científico que posee una trascendencia68

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