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Fundación Luis Chiozza

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abdomen vemos tampoco es la vesícula real, ya que todo lo que vemos es el producto delencuentro entre los medios perceptivos y las cosas reales. No sólo el color, sino también laforma de una célula que observamos mediante el microscopio, dependen de cuál sea el“reactivo” que la transforma en visible. Nos damos cuenta entonces de que lo quellamamos “mundo real”, el mundo físico, no es más real que ese otro mundo, el mundopsíquico, que no se percibe “directamente” con los mismos órganos. Por eso preferimosdecir que nuestra conciencia tiene dos ventanas: una ventana por donde entran laspercepciones que se organizan en una imagen física del mundo y otra ventana por dondeentran las sensaciones que utilizamos para otorgar una significancia a los recuerdos queconstituyen la historia.Imaginemos ahora, en un mundo hipotético, un ingeniero en electrónica que ignora queexisten las computadoras. También ignora cuanto se refiere al juego de ajedrez e ignorainclusive la existencia de un juego que lleva ese nombre. Imaginemos también que ha sidoencerrado e incomunicado en una celda, sin más compañía que sus instrumentos de trabajoy una computadora exclusivamente diseñada para jugar al ajedrez. Es posible que decidieraexplorar el artefacto que le ha sido otorgado, y que su exploración lo llevara a desarmarcuidadosamente el aparato. El primer resultado de su investigación (que podríamos,comparativamente, llamar “anatómica”) lo llevaría muy probablemente a establecer loslugares en los cuales el aparato puede ser separado en partes que se pueden volver a reunir.Es posible que luego, armándolo y poniéndolo en funcionamiento, realizara unainvestigación distinta (a la cual, prosiguiendo con la comparación, llamaríamos ahora“neurofisiológica”), que le permitiera descubrir cosas tales como que la pantalla se apagacuando se interrumpe una conexión, o que cuando desconecta otras estructuras, que sellaman bancos de memoria, no puede recuperar algunos signos en el monitor. También esposible que se le ocurra medir (diríamos ahora “electroencefalográficamente”) el voltaje oel miliamperaje en distintos puntos del circuito y en los diferentes momentos en que lamáquina funciona. Habiendo llegado a este punto el ingeniero ha logrado aprender muchosobre la máquina que explora. Lo comprueba el hecho de que si el artefacto se dañara, élpodría tal vez repararlo. Podría, por ejemplo reparando un cable, volver a conectar elmotherboard y el teclado. Sin embargo todavía ignora para qué sirve la máquina y por quéha sido creada. No sabe cuál es el sentido (o el significado) de su existencia. Tampocopuede entender (como a veces le sucede a un médico) por qué, aunque su exploración y susinstrumentos no registran anormalidades, la maquina se atasca, se “cuelga”, y no funcionamás. Pero nuestro ingeniero, en su celda, dispone de mucho tiempo y carece casicompletamente de una solicitación exterior. Lo podemos imaginar jugando con losdiversos comandos de la computadora que “físicamente” exploró, y suponer que un díacomenzará a observar una relación entre los cambios de la pantalla y las teclas que oprime,llegando a generar combinaciones de signos en el monitor. También es posible quedescubra que estas combinaciones de signos son “jeroglíficos” que representantransformaciones en el estado de algo que el ingeniero todavía ignora. Seguramentedescubrirá pronto que hay combinaciones que la máquina no permite y entenderá por fin(“psicológica o psicoanalíticamente”) que, sin ninguna alteración física visible, la máquinase atasque cuando insiste en mover una torre como si fuera un alfil. Habrá descubiertoentonces que hay reglas (que corresponderían, por ejemplo, a las normas “morales”), quehay movidas legales y otras ilegales, y así, tal vez, y luego de mucho tiempo, descubriríaque existe el ajedrez, y hasta llegaría, quizás, a establecer los criterios (éticos y estéticos)que caracterizan una buena y una mala partida.Sabemos que los significados que habitan el mundo de la informática no residen solamente83

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