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dinámicas contradictorias, emocionales y destructivas, entenderás que esta palabra es
muy poderosa y que hay que tener mucho cuidado al emplearla.
De hecho, de las tres formas en las que la gente suele utilizar lo que llamaré «la
bomba J», solo una es positiva.
En su uso más frecuente, la bomba J funciona como una llave de judo encaminada a
desestabilizar a la otra parte. Esta forma de manipulación suele expresarse con algo
parecido a la frase: «Solo queremos lo que es justo».
Si piensas en la última vez que alguien te acusó implícitamente de ser injusto, estoy
seguro de que convendrás conmigo en que aquello te generó una sensación de
incomodidad y te puso a la defensiva. Estos sentimientos, sin embargo, suelen ser
inconscientes y nos llevan a hacer concesiones irracionales.
Hace unos años, una amiga mía estaba intentando vender su casa de Boston con el
mercado inmobiliario en plena quiebra. La oferta que le hacían por ella era mucho más
baja de lo que pedía, y suponía perder mucho dinero con la venta. Llevada por una
sensación de frustración, dejó caer la bomba J sobre el potencial comprador: «Solo
pedimos lo que es justo», dijo.
Tocado emocionalmente por la acusación implícita, el interesado subió su oferta de
inmediato.
Cuando seas objeto de una acusación así, debes comprender que la otra parte no tiene
por qué estar intentando arañarte unos dólares; como sucedía con mi amiga, puede que
solo esté sobrepasado por las circunstancias. La mejor respuesta, en cualquier caso, es
respirar hondo y frenar el deseo de ceder para después decir: «De acuerdo, me disculpo
sinceramente. Volvamos al punto en el que no fui justo contigo y arreglémoslo».
El segundo uso habitual de la bomba J es más perverso. Aquí, una parte acusa a la otra
de ser ruin o deshonesta, diciéndole: «Estamos haciéndote una propuesta justa». Se trata
de un pequeño aguijonazo dirigido a distraer la atención de la otra parte y manipularla
para que ceda.
Cada vez que alguien intenta hacerlo conmigo me acuerdo de la última huelga de la
Liga de Fútbol Americano, la NFL.
Las negociaciones pendían de un hilo y el sindicato de jugadores, el NFLPA, exigió a
los dueños de la liga que, para llegar a un acuerdo, les mostrasen sus libros de
contabilidad. ¿La respuesta de los empresarios?: «Hemos hecho una oferta justa a los
jugadores».
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