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su relación con él en algo más que unos cientos de dólares, así que se apiadaron del

novelista y le consiguieron un agente para que le representara en las negociaciones.

De manera similar, un alumno mío llamado Jerry patinó olímpicamente en una

negociación de salario por tomar la iniciativa (tengo que decir que esto sucedió antes de

que fuera alumno mío).

En una entrevista con una compañía financiera de Nueva York, pidió un salario de

110.000 dólares, en gran parte porque eso representaba para él una subida de un 30 %.

Solo después de empezar a trabajar allí supo que la compañía pagaba de entrada a todo el

mundo de su mismo programa un mínimo de 125.000.

Por eso sugiero ceder la iniciativa a la otra parte a la hora de anclar las negociaciones

económicas.

La cuestión es que ninguna de las partes maneja toda la información. Eso implica que

nunca sabrás lo suficiente para exponerte con confianza. Esto es especialmente cierto

cuando uno ni siquiera conoce el valor de mercado de aquello que está vendiendo o

comprando, como les sucedía a Jerry o a Chandler.

Al dejarles lanzar ese punto de anclaje primero también dejas espacio para la suerte:

he estado en muchas negociaciones en las que la primera oferta de la otra parte era más

alta que la cifra final que yo tenía en la cabeza. Si hubiera abierto fuego primero, ellos

habrían aceptado y yo habría abandonado la reunión con la «maldición del ganador» o

con el «remordimiento del vendedor», con esa mala sensación punzante que se apodera

de uno cuando compra demasiado caro o vende demasiado barato.

Dicho lo cual, también hay que ser muy cuidadoso cuando se deja a la otra parte echar

el ancla primero. Conviene que estés preparado psicológicamente para encajar la oferta.

Si la otra parte es profesional y negocia como un tiburón, tratará de abrir con una opción

extrema con el fin de moldear tu realidad. Así, cuando vuelva después con una oferta

ridícula, te sonará razonable, del mismo modo que un iPhone de 400 dólares no parece

tan caro si el precio inicial era 600.

La tendencia a dejarse anclar mentalmente por cifras extremas es una peculiaridad

psicológica conocida como «efecto de anclaje y ajuste». Diversos estudios han

demostrado que las personas tienden realizar ajustes a partir de puntos de referencia

iniciales. Por ejemplo, la mayoría de la gente, al echar un vistazo a la operación 8 x 7 x 6

x 5 x 4 x 3 x 2 x 1 le atribuyen un resultado más alto que el que atribuyen al mismo

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