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se habían generado literalmente miles de documentos. El jefe, receloso de todo lo

«digital», quería tener la seguridad de guardar unas copias en papel.

Metió la cabeza en el despacho de mi alumna y le dijo:

—Hagamos dos copias de todos los papeles.

—Perdón, ¿dos copias? —reflejó mi alumna como respuesta, acordándose no solo de

usar el tono de voz de locutor sino también de pronunciar el reflejo con tono inquisitivo.

La intención que deben transmitir la mayoría de los reflejos es: «Por favor, ayúdame a

entenderlo». Cada vez que reflejemos a alguien, repetirá lo que acaba de decir pero con

otras palabras. Nunca será exactamente igual a como lo dijo la primera vez. Si le

preguntamos a alguien: «¿Qué quieres decir con eso?», lo más probable es que

despertemos su irritación o que se ponga a la defensiva. Un reflejo, sin embargo, nos

dará la claridad que queremos al tiempo que transmite respeto e interés por lo que la otra

persona está diciendo.

—Sí —respondió el jefe—, una para nosotros y otra para el cliente.

—Discúlpeme, pero ¿lo que dice es que el cliente nos ha pedido una copia y que

necesitamos otra para uso interno?

—En realidad, hablaré con el cliente porque no nos ha pedido nada, pero yo sí quiero

una copia. Así es como trabajo.

—Por supuesto —respondió ella—. Gracias por hablar con el cliente. ¿Dónde quiere

que guarde nuestra copia? En la sala de los archivos no queda espacio.

—Da igual, puede guardarla en cualquier parte —dijo él, ya ligeramente inquieto.

—¿En cualquier parte? —volvió a reflejar, con preocupación serena.

Cuando el tono de voz o el lenguaje corporal de la otra persona no es consistente con

sus palabras, un buen reflejo puede resultar particularmente útil.

En este caso provocó que su jefe hiciera una larga pausa, algo que no ocurría a

menudo. Mi alumna se quedó mirándolo en silencio.

—En ese caso, tendrá que ser en mi despacho —dijo, con más aplomo del que había

mostrado durante toda la conversación—. Le pediré a la nueva ayudante que me la

imprima cuando termine el proyecto. Por ahora guarde solo dos copias digitales.

Al día siguiente el jefe le mandó un correo electrónico en el que decía: «Con las dos

copias digitales nos vale».

Poco después esta alumna me escribió entusiasmada: «¡Me quedé perpleja! ¡Los

reflejos son lo mejor! ¡Me he ahorrado toda una semana de trabajo!».

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