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delitos de los que está acusado su cliente y todos los puntos débiles de su caso en su

intervención inicial. A esta técnica la llaman «sacarse el aguijón».

Lo que yo pretendo es convertir esto en un proceso que, aplicado de forma

sistemática, te sirva para desarmar a tu interlocutor sea lo que sea lo que estés

negociando, desde la hora de irse a la cama de tu hijo hasta un importante contrato de

negocios.

El primer paso es hacer una lista con todas las cosas terribles que tu interlocutor

pudiera achacarte; es lo que yo llamo una «autoacusación».

Esta idea de la autoacusación es algo que cuesta mucho aceptar. La primera vez que se

lo planteo a mis alumnos dicen: «Dios mío, no podemos hacer eso». Parece artificial y

autoflagelatorio, como si solo pudiera contribuir a empeorar las cosas. Pero entonces les

recuerdo que eso es exactamente lo que hice yo el primer día de clase cuando etiqueté

por anticipado sus miedos en el juego del rehén. Y todos admiten que no se habían dado

cuenta.

Como ejemplo, voy a emplear la experiencia de una de mis alumnas, Anna, porque no

puedo estar más orgulloso de cómo llegó a convertir en un millón de dólares lo que

aprendió en mi clase.

En aquella época Anna representaba a un importante contratista. La firma para la que

trabajaba había ganado un concurso para un proyecto gubernamental de gran

envergadura asociándose con una empresa más pequeña, llamémosla ABC Corp., cuyo

presidente tenía una relación estrecha con el representante del cliente gubernamental.

Sin embargo, en cuanto consiguieron el contrato empezaron los problemas. Dado que

la relación del presidente de ABC había tenido un papel instrumental en la obtención de

ese acuerdo, ABC sentía que se le debía un pedazo del pastel, correspondiera o no a su

parte del contrato.

Y así, aunque según el contrato disponían de fondos para emplear a nueve

trabajadores, el presupuesto empezó a sufrir recortes. Puesto que la empresa de Anna

tenía que desarrollar también el trabajo de ABC, la relación entre ABC y la empresa de

Anna fue empeorando a base de correos electrónicos injuriosos y amargas quejas. Con

un margen de beneficios ya reducido, la empresa de Anna se vio forzada a entrar en unas

duras negociaciones para que ABC admitiera otro recorte de los fondos hasta cinco

trabajadores y medio. Las negociaciones dejaron a ambas partes con mal sabor de boca.

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