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Un «sí» no es nada sin un «cómo»

Un año después de la crisis de Dos Palmas, me encontraba dando clases en la academia

del FBI en Quantico (Virginia) cuando recibimos una llamada urgente del Departamento

de Estado: un ciudadano estadounidense había sido secuestrado en la selva ecuatoriana

por un grupo insurgente colombiano. Como principal negociador del FBI en secuestros

internacionales, me tocaba resolver el asunto, así que reuní un equipo y monté un centro

de operaciones en Quantico.

Durante algunos años, José y su mujer, Julie, habían trabajado como guías turísticos

para grupos en la selva ecuatoriana, cerca de la frontera con Colombia. Nacido en

Ecuador, José había obtenido la ciudadanía estadounidense y trabajaba como paramédico

en Nueva York cuando él y su mujer decidieron montar un negocio de ecoturismo en su

país natal. José amaba la selva ecuatoriana y siempre había soñado con mostrar a los

visitantes los monos que trepan por los árboles y las flores que perfuman los senderos.

El negocio prosperó y los ecoturistas se quedaban prendados de la manifiesta pasión

de la pareja por su trabajo. El 20 de agosto de 2003, José y Julie llevaron a once personas

a hacer rafting en el río Mira. Tras pasar un día maravilloso en el agua, todo el mundo se

subió, empapado y sonriente, a los vehículos para regresar al hostal, situado en una aldea

cercana. José iba contando historias fantásticas mientras conducía y guiaba el convoy,

con Julie a su derecha, que sostenía en su regazo a su bebé de once meses.

Estaban a cinco minutos del hostal cuando tres hombres armados salieron a la

carretera apuntando al primer vehículo. Un cuarto hombre apareció de la nada y puso un

revólver en la cabeza de Julie mientras los otros sacaban a José del habitáculo para

llevarlo a la zona de carga de la camioneta. Los secuestradores guiaron el convoy a

través de varias aldeas hasta llegar a un desvío, donde se bajaron y se llevaron a José.

—Recuerda —le dijo Julie cuando pasaban a su lado—, pase lo que pase, te quiero.

—No te preocupes. Estaré bien —respondió José.

Y después desapareció en la selva con sus captores.

Los captores pedían 5 millones de dólares. Nosotros queríamos ganar tiempo.

Desde de la debacle de Dos Palmas y la epifanía de Pittsburgh, estaba deseando

aplicar todo lo que habíamos aprendido sobre las preguntas calibradas. Así que, cuando

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