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quitarme comida del plato. Aquí las chicas no me apreciaban, los vestidos eran
encorsetados, la gente intentaba herir mis sentimientos y la experiencia en
conjunto resultaba incómoda. Pero era positiva para mi familia y se comía bien.
Maxon parecía un poco perdido, y quizá podría seguir manteniéndolo a ray a un
poco más. Y, quién sabe, a lo mejor podría ay udarle a escoger a la próxima
princesa.
Le miré a los ojos.
—Si tú no me echas, y o no me voy.
—Bien —sonrió—. Tendrás que explicarme más trucos, como ese de las
palmaditas en la espalda.
Yo también le sonreí. Sí, todo iba mal, pero quizá saliera algo bueno de todo
aquello.
—America, ¿podrías hacerme un favor?
Asentí.
—Por lo que sabe la gente, anoche pasamos mucho rato juntos. Si alguien te
pregunta, ¿podrías decirles que yo no soy …, que y o nunca haría…?
—Por supuesto. Y siento muchísimo lo que pasó.
—Debería haberme imaginado que, si alguna de vosotras iba a desobedecer
una orden, serías tú.
Unos cuantos proyectiles dieron contra la pared, lo cual provocó los chillidos
entre las chicas.
—¿Quiénes son? ¿Qué es lo que quieren? —pregunté.
—¿Quiénes? ¿Los rebeldes?
Asentí.
—Depende de a quién se lo preguntes. Y de qué grupo estés hablando —
respondió.
—¿Quieres decir que hay más de uno?
Aquello empeoraba mucho las cosas. Si aquello era un solo grupo, ¿qué
podrían hacer dos o más juntos? Me parecía increíblemente injusto que nos
mantuvieran oculto todo aquello. Por lo que y o sabía, todos los rebeldes eran
iguales, pero Maxon hacía que sonara como si los hubiera mejores y peores.
—¿Cuántos hay ? —insistí.
—Básicamente dos, los norteños y los sureños. Los norteños atacan con
mucha más frecuencia. Están más cerca. Viven en la zona húmeda de Likely,
cerca de Bellingham, al norte. Es un lugar en el que nadie quiere vivir
(prácticamente está en ruinas), así que lo han convertido en su base, aunque
supongo que viajan. Lo de los viajes es una teoría mía a la que nadie hace mucho
caso. Pero es mucho menos probable que consigan entrar, y, cuando entran, los
ataques son… casi tímidos. Supongo que esto es un ataque de los norteños —dijo,
levantando la voz entre el estruendo.
—¿Por qué? ¿Qué los hace tan diferentes de los sureños?