Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
morirás —dijo May, entre llantos.
—Te lo prometo —contesté, y no pude evitar sonreír.
—¿Vendrás a casa? ¿No puedes? No quiero que sigas ahí —suplicó ella.
—¿Volver a casa?
Un montón de sensaciones se acumularon en mi interior. Echaba de menos a
mi familia, y estaba cansada de esconderme de los rebeldes. Cada vez me sentía
más confusa con respecto a mis sentimientos hacia Aspen y Maxon, y no sabía
cómo gestionarlos. Lo más fácil sería marcharse. Pero, aun así…
—No, May, no puedo volver a casa. Tengo que quedarme aquí.
—¿Por qué? —protestó May.
—Porque sí —me limité a responder.
—Pero ¿por qué?
—Porque sí, nada más.
May se quedó un momento en silencio, pensando.
—¿Estás enamorada de Maxon? —preguntó, y por un momento oí a la May
que conocía, siempre tan loca por los chicos. Ya se le pasaría.
—Humm, no sé, pero…
—¡America! ¡Estás enamorada de Maxon!
—¡Oh, Dios mío! —Oí que exclamaba papá.
—¿Qué? —dijo mamá a lo lejos—. ¡Sí, sí, sí!
—May, y o no he dicho…
—¡Lo sabía! —May no paraba de reír. De pronto todo su miedo a perderme
se había desvanecido.
—May, tengo que dejarte. Las otras chicas necesitan el teléfono. Solo quería
que supierais que estoy bien. Escribiré pronto, lo prometo.
—Vale, vale. ¡Pero cuéntame de Maxon! ¡Y manda más dulces! ¡Te quiero!
—gritó.
—Yo también te quiero. Adiós.
Colgué el teléfono antes de que pudiera preguntar nada más. No obstante, en
cuanto desapareció su voz, la eché de menos, más incluso que antes.
Silvia no perdió un momento. Me cogió el teléfono de la mano y al cabo de
unos instantes y a estaba dirigiéndose a la puerta.
—Buena chica —dijo, y desapareció por el pasillo.
Desde luego no me sentía a gusto. Pero sabía que, una vez que supiera cómo
arreglar las cosas con Aspen y Maxon, todo iría mejor.