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La Seleccion - Kiera Cass

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Capítulo 19

No le conté a nadie lo que había sucedido entre Maxon y yo, ni siquiera a Marlee

ni a mis doncellas. Era como un secreto maravilloso que podía recordar en

medio de alguna de las aburridas clases de Silvia o en alguna larga jornada en la

Sala de las Mujeres. Y, para ser sincera, pensaba en nuestros besos —tanto en el

incómodo como en el dulce— con mayor frecuencia de lo que me esperaba.

Sabía que no me iba a enamorar de Maxon de la noche a la mañana. Mi

corazón no me lo permitiría. Pero de pronto me encontré con que era algo que

deseaba. Así que me planteé la posibilidad, solo para mí, aunque en más de una

ocasión sentí la tentación de explicar mi secreto a los cuatro vientos.

En particular tres días más tarde, cuando, con la Sala de las Mujeres medio

llena, Olivia anunció que Maxon la había besado.

No podía creerme lo destrozada que me sentía. Me quedé mirando a Olivia y

preguntándome qué tenía ella que fuera tan especial.

—¡Cuéntanoslo todo! —la apremió Marlee.

La may oría de las otras chicas también sentían curiosidad, pero Marlee era la

más entusiasta. En el poco tiempo que había pasado desde su última cita con

Maxon, cada vez demostraba un mayor interés por los progresos de las demás.

No entendía cuál era el motivo de aquel cambio, y no tenía valor para

preguntárselo.

Olivia no necesitaba que se lo pidieran. Se sentó en uno de los sofás y se

colocó bien el vestido. Tenía la espalda muy erguida, sobre todo en comparación

con su estado, habitualmente relajado, y colocó las manos sobre el regazo. Era

como si estuviera practicando para ser princesa. Me venían ganas de decirle que

un beso no significaba que fuera a ganar.

—No quiero entrar en detalles, pero fue bastante romántico —suspiró,

bajando la barbilla hasta el pecho—. Me llevó a la azotea. Tienen un lugar que es

como un balcón, pero me parece que lo usan los guardias. No sé. Desde allí se

veía más allá de los muros, y la ciudad brillaba hasta donde se perdía la vista. En

realidad no dijo nada. Simplemente me cogió y me besó —dijo, henchida de

orgullo.

Marlee suspiró. Celeste parecía estar a punto de romper algo. Yo me quedé

ahí sentada.

No paraba de repetirme que no debía preocuparme tanto; todo aquello

formaba parte de la Selección. Además, ¿cómo podía estar segura de querer

acabar con Maxon? La verdad era que tenía que estar contenta. Estaba claro que

la maldad de Celeste había encontrado un nuevo objetivo, y después de todo

aquel episodio con mi vestido —que, por cierto, había olvidado contar a Maxon—

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