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de más guardias. A su lado, Maxon cogía a Elay na de la mano. Ella parecía algo
agitada, pero evidentemente el contacto de Maxon la calmaba. Observé la
posición de la familia real… tan cerca de la puerta. Me pregunté si tenía que ver
con la imagen del capitán que se hunde con su barco. Harían todo lo posible por
mantener aquel lugar a flote, pero, si se iba a pique, ellos serían los primeros en
ahogarse.
Todo el grupo me vio entrar con mis doncellas. Observé las caras de
confusión en sus rostros, asentí una vez y seguí adelante con la cabeza bien alta.
Pensé que, mientras y o pareciera segura de mí misma, nadie cuestionaría mi
decisión.
Me equivoqué.
Di unos pasos más y Silvia salió a mi encuentro. Parecía increíblemente
tranquila. Estaba claro que aquello no la pillaba por sorpresa.
—Estupendo, un poco de ay uda. Chicas, id inmediatamente a los depósitos de
agua de atrás y empezad a servir refrescos a la familia real y a las señoritas.
Venga, en marcha —ordenó.
—No —dije, girándome hacia Anne y dándole mi primera orden de verdad
—. Anne, por favor, llevad refrescos al rey, a la reina y al príncipe, y luego
venid conmigo —me encaré a Silvia—. El resto se las puede arreglar solas. Han
escogido dejar a sus doncellas a su suerte, así que pueden ir a buscarse ellas
solitas el agua. Mis doncellas se sentarán conmigo. Adelante, señoritas.
Sabía que estábamos muy cerca de la familia real y que me habrían oído.
Con la intención de mostrar cierta autoridad, puede que hubiera levantado
demasiado la voz. Pero no me importaba que pensaran que era una maleducada.
Lucy estaba más asustada que la may oría de los presentes. Estaba temblando de
la cabeza a los pies y, en su estado, no iba a permitir que tuviera que ponerse a
servir a gente que no valía la mitad que ella. A lo mejor era consecuencia de mis
años de experiencia como hermana may or, pero sentía que debía proteger a
aquellas chicas.
Encontramos un rinconcito al fondo de la sala. Quienquiera que se ocupara de
mantener a punto aquel lugar no debía de haber pensado en la superpoblación
que provocaría la Selección, porque no había suficientes sillas. Pero vi las
reservas de comida y de agua, y tuve claro que bastarían para pasar meses allí
abajo, en caso necesario.
Éramos una curiosa colección de gente muy diversa. Varios soldados
llevaban de guardia toda la noche, y aún iban de uniforme. Hasta Maxon iba
completamente vestido. Pero casi todas las chicas portaban finos camisones,
prendas pensadas para dormir en la calidez de sus habitaciones. Con las prisas, no
todas habían podido coger una bata. Por mi parte, aun con la bata puesta, tenía
algo de frío.
Varias chicas se habían amontonado en la parte frontal de la sala.