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La Seleccion - Kiera Cass

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preocupación.

Pero ¿por qué? Pensé en la situación y reordené mis pensamientos.

A mí aquello no me interesaba. Si no era lo suficientemente guapa, mejor

para mí. Sin duda estaría un escalón por debajo de las hermanas de Aspen. Ellas

ya eran guapas de por sí, y estaban aún más guapas con aquel leve rastro de

maquillaje. Si Kamber o Celia ganaban, toda la familia de Aspen ascendería de

categoría. Seguro que a mi madre no le parecería mal que me casara con un

Uno solo porque no fuera el príncipe en persona. A fin de cuentas no estar bien

informadas había sido una bendición.

—Creo que tienes razón —dijo mamá—. Aquella chica parece estar vestida

para asistir a una fiesta de Navidad —se rio, pero me di cuenta de que le daba

una rabia tremenda ver que yo estaba en desventaja.

—No sé por qué exageran tanto algunas. Fíjate en America. Está guapísima.

Me alegro de que no hay áis querido disfrazarla —repuso la señora Leger.

—Yo no soy nada especial. ¿Quién me iba a escoger a mí, pudiendo elegir a

Kamber o a Celia? —Les guiñé el ojo, y ellas me sonrieron.

Mamá también sonrió, pero forzadamente. Debía de estar debatiéndose sobre

si debíamos quedarnos en la cola o volver a casa corriendo para que me

cambiara.

—¡No seas tonta! Cada vez que Aspen vuelve a casa después de ayudar a tu

hermano, siempre me habla del talento y la belleza que hay en tu familia —dijo

la madre de Aspen.

—¿De verdad? ¡Es un encanto! —respondió mi madre, orgullosa.

—La verdad es que sí. Una madre no podría pedir un hijo mejor. Nos apoy a

en todo, y trabaja durísimo.

—Algún día hará muy feliz a alguna chica —dijo mi madre, que solo seguía

la conversación a medias mientras valoraba mentalmente nuestras posibilidades

en la competición.

La señora Leger echó una mirada rápida a su alrededor.

—Lo cierto es que, y esto ha de quedar entre nosotras, creo que quizá ya

tenga a alguien en mente.

Me quedé helada. No sabía si debía hacer algún comentario, o si cualquier

cosa que dijera me delataría.

—¿Y de quién se trata? —preguntó mi madre. Incluso en aquel momento en

que estaba planeando mi boda con un perfecto desconocido, encontraba tiempo

para el cotilleo.

—¡No estoy segura! En realidad aún no la conozco. Y solo es una suposición

mía, pero creo que está viéndose con alguien, porque últimamente parece más

contento —respondió, radiante.

¿Últimamente? Llevábamos viéndonos casi dos años. ¿Por qué solo

últimamente?

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