18.12.2022 Views

La Seleccion - Kiera Cass

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

de la muralla. Me estaba volviendo paranoica.

—La gente…, las cámaras… —me excusé, negando con la cabeza y fijando

la vista en la oscuridad.

—Estamos solos. Solo está el guardia junto a la puerta —me aseguró,

señalando a la solitaria figura a la luz del farol, junto al palacio.

Tenía razón: no nos habían seguido; en todas las ventanas había luz, pero no

parecía haber nadie. Me tranquilizó que me lo confirmara.

Sentí que mi cuerpo adoptaba una postura algo más relajada.

—No te gusta que te mire la gente, ¿eh? —preguntó.

—En realidad no. Prefiero pasar desapercibida. Es a lo que estoy

acostumbrada, ¿sabes? —dije, siguiendo con la vista los surcos tallados en el

bloque de piedra que tenía bajo los pies para evitar su mirada.

—Tendrás que acostumbrarte. Cuando salgas de aquí, la gente te mirará el

resto de tu vida. Mi madre aún tiene contacto con algunas de las mujeres con las

que estuvo durante la Selección. A todas se las considera mujeres importantes.

Aún hoy.

—¡Genial! —refunfuñé—. Una cosa más que me animará cuando vuelva a

casa.

Maxon se disculpó con la mirada, pero yo tuve que apartar la vista. Me

acababa de recordar lo mucho que me iba a costar aquella estúpida competición,

que nunca recuperaría lo que era para mí una vida normal. No me parecía

justo…

Sin embargo, me lo pensé mejor. No debía culpar a Maxon. En aquella

situación, él era tan víctima como el resto de nosotras, aunque de un modo muy

diferente. Suspiré y volví a mirarle. Por su expresión, supe que había tomado una

decisión.

—America, ¿puedo preguntarte algo personal?

—Quizá —respondí, a la defensiva.

Él me miró, sonriente.

—Es que…, bueno, está claro que esto no te gusta. Odias las normas y la

competición, y el tener siempre a alguien encima, y la ropa, y la…, bueno, no, la

comida te gusta —sonrió. Yo también—. Echas de menos tu casa y a tu

familia…, y sospecho que a alguien más. Mucho. Tus sentimientos están a flor de

piel.

—Sí, lo sé —concedí, levantando la vista al cielo.

—Pero prefieres sufrir la nostalgia y pasarlo mal « aquí» en lugar de volver

a casa. ¿Por qué?

Sentí que se me hacía un nudo en la garganta, pero tragué saliva.

—No lo paso mal…, y tú sabes por qué.

—Bueno, a veces parece que estás bien. Cuando hablas con alguna de las

chicas te veo sonreír, y pareces estar muy a gusto durante las comidas, eso sí.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!