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La Seleccion - Kiera Cass

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suelo.

—Estás impresionante, America —dijo, con un tono que hacía que pareciera

más una acusación que un cumplido.

—Gracias. Llevas un vestido precioso.

Ella se pasó las manos por el torso, alisándose arrugas imaginarias.

—Sí, a mí también me gustó cuando lo vi.

Natalie pasó la mano por encima de una de las tiras del hombro de mi

vestido.

—¿Qué tela es? Esto va a brillar mucho bajo los focos.

—En realidad no tengo ni idea. Las Cincos no solemos tener ocasión de

ponernos vestidos tan bonitos —dije, encogiéndome de hombros. Había tenido al

menos otro vestido hecho con el mismo tipo de tela, pero no me había molestado

en aprender el nombre.

—¡America!

Levanté la vista y vi a Celeste a mi lado. Sonriendo.

—Celeste.

—¿Podrías venir un momentito? Necesito ay uda.

Sin esperar que respondiera, me apartó de Kriss y Natalie, y me llevó tras la

pesada cortina azul que hacía de telón de fondo del plató del Report.

—Quítate el vestido —me ordenó, al tiempo que empezaba a bajarse la

cremallera del suyo.

—¿Qué?

—Quiero tu vestido. Quítatelo. ¡Agh! Maldito cierre —dijo, intentando

desvestirse.

—No voy a quitármelo —contesté, y me dispuse a alejarme.

Pero no llegué muy lejos, y a que Celeste me clavó las uñas en el brazo y me

hizo volver atrás de un tirón.

—¡Auch! —grité, agarrándome el brazo. Me lo miré; seguramente me

quedarían marcas, pero con un poco de suerte no sangraría.

—Cállate. Quítate el vestido. Venga.

Me quedé allí, mirándola fijamente, negándome a moverme. Celeste tendría

que superar no ser el centro de atención de toda Illéa.

—Si quieres, te lo quito yo —se ofreció, con un tono glacial.

—No te tengo miedo, Celeste —dije, cruzándome de brazos—. Este vestido

me lo han hecho para mí, y voy a llevarlo. La próxima vez que escojas un

modelito, tal vez debieras intentar ser tú misma en lugar de copiarme. Ay, espera,

no, que quizás entonces Maxon vería la niña malcriada que eres y te enviaría a

casa. ¿Es eso?

Sin dudarlo un segundo, Celeste alargó la mano, me arrancó una manga del

vestido y se fue. Yo estaba furiosa, pero me había quedado sin palabras. Bajé la

vista y vi una tira de tela rota que me colgaba del pecho en una imagen patética.

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