18.12.2022 Views

La Seleccion - Kiera Cass

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

el microscopio de segunda mano que habíamos heredado como pago una

Navidad, para saber que, estaba claro, no tenía alma de artista.

—Hoy no te sientes inspirado, ¿eh? —pregunté, colándome en su habitación.

Él negó con la cabeza.

—A lo mejor podrías intentar esculpir, como Kota. Tienes muy buenas

manos. Apuesto a que se te daría bien.

—Yo no quiero esculpir nada. Ni pintar, ni cantar, ni tocar el piano. Yo quiero

jugar al fútbol —dijo, dando una patada a la vetusta alfombra.

—Ya lo sé. Y puedes hacerlo, como pasatiempo, pero tienes que encontrar

una disciplina artística que se te dé bien para ganarte la vida. Puedes hacer

ambas cosas.

—Pero ¿por qué? —protestó, con voz lastimera.

—Ya sabes por qué. Es la ley.

—¡Pero eso no es justo! —Gerad le dio un empujón al lienzo, que cay ó al

suelo y levantó unas motas de polvo visibles a la luz que entraba por la ventana—.

No es culpa nuestra que nuestro tatarabuelo, o quien fuera, fuese pobre.

—Tienes razón —de verdad parecía ilógico limitar las elecciones vitales de

cada persona según lo mucho o poco que hubieran podido ayudar sus

antepasados al Gobierno, pero así era como funcionaba. Y posiblemente aún

tendríamos que dar gracias por vivir en un mundo seguro—. Supongo que era el

único modo que tuvieron en aquel momento de hacer que las cosas funcionaran.

Gerad no dijo nada. Lancé un suspiro y recogí el lienzo. Lo coloqué en su

sitio. Su vida era aquella, y no podía borrarla de un plumazo.

—No tienes que abandonar tus hobbies, colega. Pero querrás poder ayudar a

mamá y papá, crecer y casarte, ¿no? —dije, haciéndole cosquillas en el costado.

Él sacó la lengua en un gesto de asco y ambos nos reímos.

—¡America! —llamó mamá desde el otro extremo del pasillo—. ¿Por qué te

entretienes tanto?

—¡Ya voy ! —respondí, y luego me giré hacia Gerad—. Sé que es duro,

peque, pero así son las cosas. ¿De acuerdo?

Pero sabía que no estaba de acuerdo. No podía estarlo.

Mamá y yo fuimos a pie hasta la oficina local. A veces tomábamos el

autobús si íbamos muy lejos o para acudir a algún trabajo. Quedaba mal

presentarse todo sudoroso en la casa de un Dos. Ya nos miraban bastante mal de

por sí. Pero hacía muy buen día, y tampoco era un camino tan largo.

Evidentemente, no éramos las únicas que habían decidido presentar la

solicitud enseguida. Cuando llegamos, la calle frente a la Oficina de Servicios de

la Provincia de Carolina estaba atestada de mujeres.

Desde la cola vi a unas cuantas chicas de mi barrio delante de mí, esperando

para entrar. La cola tenía una anchura de unas cuatro personas y daba casi media

vuelta a la manzana. Todas las chicas de la provincia se querían apuntar. Yo no

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!