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protegerse de todo el mundo. Si el territorio sufría una nueva invasión,
probablemente sería el fin.
Después de que el rey nos pusiera al día acerca de un reciente ataque sobre
un campamento rebelde, el Equipo Económico hizo un repaso al estado de la
deuda, y el jefe del Comité de Infraestructuras anunció que al cabo de dos años
esperaban iniciar las obras de reconstrucción de numerosas carreteras, algunas
de las cuales estaban aún tal como habían quedado tras la Cuarta Guerra
Mundial. Por último subió al estrado el coordinador de Eventos.
—Buenas noches, señoras y señores de Illéa. Como todos ustedes saben,
recientemente se ha distribuido por correo la convocatoria para participar en la
Selección. Ya he recibido el primer recuento de solicitudes presentadas, y me
alegra decir que miles de bellas mujeres de Illéa ya se han inscrito en el sorteo
para la Selección.
Atrás, en su rincón, Maxon se agitó un poco en su asiento. ¿Estaba sudando?
—En nombre de la familia real, querría agradecerles el entusiasmo y el
patriotismo mostrados. ¡Con un poco de suerte, para Año Nuevo estaremos
celebrando y a el compromiso de nuestro querido príncipe Maxon con una
encantadora, inteligente y talentosa hija de Illéa!
El reducido grupo de asesores presentes aplaudió. Maxon sonrió, pero parecía
incómodo. Cuando acabaron los aplausos, el coordinador prosiguió.
—Por supuesto, tendremos un amplio programa de actos preparado para
conocer a las jóvenes de la Selección, por no hablar de programas especiales
sobre su vida en palacio. ¡Y quién mejor y más cualificado para guiarnos a
través de esta emocionante aventura que el señor Gavril Faday e!
Hubo otra salva de aplausos, pero esta vez procedentes de mi madre y de
May. Gavril Faday e era una ley enda. Al menos hacía veinte años que trabajaba
como comentarista de los desfiles de la Fiesta del Agradecimiento y de los
especiales de Navidad, así como de cualquier cosa que se celebrara en palacio.
Nunca había visto una entrevista a miembro alguno de la familia real o a sus
familiares o amigos que no hubiera hecho él.
—¡Oh, America, conocerás a Gavril! —exclamó mamá, encantada.
—¡Ahí viene! —dijo May, agitando sus bracitos.
Efectivamente, ahí estaba Gavril, que entró en el plató dando saltitos, vestido
con su impecable traje azul. Tendría casi cincuenta años, y siempre iba
impecable. Mientras atravesaba el decorado, la luz incidió en la insignia que
llevaba en la solapa, que emitió un brillo dorado más intenso que los fortissimos
que hacía y o al piano.
—¡Bueeeeenas noches, Illéa! —saludó—. Tengo que decir que es un honor
para mí formar parte de la Selección. ¡Fijaos qué suerte! ¡Voy a conocer a
treinta y cinco chicas guapas! ¿Quién sería tan idiota de no desear un trabajo así?
—Nos guiñó un ojo a través de la cámara—. Pero antes de que tenga ocasión de