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maleducado preguntarles qué era lo que hacían antes o insinuar que no estaría
mucho tiempo allí, así que no lo hice.
Tras el baño, Anne me secó el cabello, levantándome la mitad de la melena
con cintas que me había traído de casa. Eran azules, así que casualmente
resaltaban las flores de uno de los vestidos de día que mis doncellas habían hecho
para mí, y ese fue el que escogí. Mary me maquilló con tonos tan suaves como
el día anterior, y Lucy me extendió una loción por los brazos y las piernas.
Había una gran variedad de joy as entre las que escoger, pero y o les pedí mi
cajita. Allí dentro tenía un minúsculo collarcito con un ruiseñor que me había
regalado mi padre, y era plateado, así que hacía juego con el broche con mi
nombre. Sí me puse un par de pendientes de la colección de palacio, pero
probablemente fueran los más pequeños que había.
Anne, Mary y Lucy me supervisaron con la mirada y sonrieron, satisfechas.
Me tomé aquello como un indicador de que mi aspecto era correcto para el
desay uno. Me despidieron con sonrisas, reverencias y buenos deseos, y me puse
en marcha. A Lucy le temblaban las manos de nuevo.
Subí al vestíbulo de arriba, donde nos habíamos encontrado todas el día
anterior. Era la primera, así que me senté a descansar en un pequeño sofá. Poco
a poco empezaron a llegar las otras. Enseguida observé una constante: todas las
chicas tenían un aspecto fenomenal. Lucían el cabello recogido en elaboradas
trenzas o tirabuzones, dejando la cara despejada. Llevaban un maquillaje
cuidado a la perfección y unos vestidos planchados inmejorablemente.
Yo había escogido el vestido más sencillo que tenía para el primer día; los
vestidos de todas las demás tenían algún detalle brillante. Hubo dos chicas que, al
llegar al vestíbulo, cay eron en la cuenta de que llevaban unos vestidos casi
idénticos. Ambas dieron media vuelta y fueron a cambiarse. Todas querían
destacar, y cada una lo hacía a su manera. Incluso y o.
Todas querían parecer Unos. Por mi parte, tenía el aspecto de una Cinco con
un bonito vestido.
Pensé que había tardado mucho en prepararme, pero las otras chicas se
retrasaron mucho más. Incluso después de que llegara Silvia para acompañarnos
abajo, aún tuvimos que esperar a Celeste y a Tiny, que había necesitado que le
encogieran el vestido.
Cuando estuvimos todas, nos dirigimos hacia las escaleras. Había un espejo
dorado en la pared, y todas nos giramos para echar un último vistazo mientras
bajábamos. En una imagen fugaz, me vi junto a Marlee y Tiny. Desde luego se
me veía sencilla.
Pero al menos era y o misma, y aquello suponía todo un consuelo.
Bajamos, esperando que nos llevaran al comedor, donde nos habían dicho
que comeríamos. Sin embargo, nos condujeron al Gran Salón, donde habían
puesto mesas y sillas individuales en filas, todas con sus platos, sus copas y su