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La Seleccion - Kiera Cass

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habíamos hablado sobre mis doncellas, durante el ataque— en el que habíamos

constatado la enorme distancia que nos separaba. Aquel tema era mucho más

polémico, y estaba claro que él quería evitarlo.

—America, no estoy diciendo que algunos no tengan una vida difícil, pero

robar es…

—Cierra los ojos, Maxon.

—¿Qué?

—Cierra los ojos.

Él frunció el ceño, pero obedeció. Esperé a que a que se le relajara el rostro

antes de empezar:

—En algún lugar, en este palacio, hay una mujer que se convertirá en tu

esposa.

Vi que le temblaba la boca, esbozando una sonrisa esperanzada.

—A lo mejor aún no sabes qué cara tiene, pero piensa en las chicas que están

en esa sala. Imagínate la que más te quiere de todas. Imagina a tu « querida» .

Tenía las manos apoy adas en el asiento, junto a las mías, y sus dedos rozaron

los míos por un segundo. Aparté la mano.

—Lo siento —murmuró, mirándome.

—¡Los ojos cerrados!

Tragó saliva y recuperó la postura.

—Esa chica… Imagina que depende de ti. Necesita que la cuides y que le

hagas sentir que la Selección ni siquiera tuvo lugar. Que la habrías encontrado

aunque te hubieras hallado en medio del país y hubieras tenido que irla buscando

puerta por puerta. Que desde el principio era la persona destinada para ti.

La sonrisa esperanzada empezó a transformarse en una expresión seria.

—Necesita que la cuides y la protejas. Y si llegara un momento en que no

hubiera absolutamente nada que comer, y ni siquiera pudieras dormir por la

noche oy endo el ruido de sus tripas…

—¡Para! —Maxon se puso en pie. Cruzó el pasillo y se quedó allí, de pie, de

cara a la pared.

Me sentí algo incómoda. No me había imaginado que aquello pudiera

contrariarle tanto.

—Lo siento —susurré.

Él asintió, pero siguió mirando a la pared. Al cabo de un momento se giró. Sus

ojos buscaron los míos, tristes e inquisitivos.

—¿De verdad es así? —preguntó.

—¿El qué?

—Ahí afuera… ¿Ocurre? ¿La gente pasa tanta hambre?

—Maxon, yo…

—Dime la verdad —su boca trazaba una línea recta y firme.

—Sí. Ocurre. Conozco a familias en las que los may ores dejan de comer

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