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finalistas? ¿Significaba eso que y o me iba? Habíamos discutido por ella,
precisamente.
—Lady Elise —dijo, y todas las demás cogimos aire, esperando el último
nombre. Sin darnos cuenta, Tiny y y o estábamos apretándonos la mano—. Y
Lady America —Maxon me miró, y sentí que cada uno de los músculos de mi
cuerpo se relajaba.
Tiny empezó a lloriquear inmediatamente, y no era la única. Maxon soltó un
suspiro.
—A todas las demás, lo siento muchísimo, pero confío en que me crean
cuando les digo que espero que sea por su bien. No quiero alimentar las
esperanzas de nadie sin motivo y arriesgar su vida al mismo tiempo. Si alguna de
las que se va a marchar desea hablar conmigo, estaré en la biblioteca al final del
pasillo, y pueden venir a visitarme en cuanto hayan acabado de desayunar.
Maxon salió del salón lo más rápido que pudo. Le observé hasta que pasó por
delante de Aspen, pero entonces fue él quien llamó mi atención. Parecía confuso,
y y o sabía por qué. Le había dicho que no quería a Maxon, por lo que debía de
suponer que y o tampoco significaba nada para el príncipe. Entonces, ¿por qué iba
a estar tan tensa ante la perspectiva de quedarme o marcharme? ¿Y por qué iba a
querer Maxon que yo permaneciese en palacio?
Apenas un segundo después, Emmica y Tuesday y a habían salido corriendo
tras Maxon, sin duda en busca de una explicación. Algunas de las chicas estaban
llorando, evidentemente desilusionadas, y a las que nos quedábamos nos tocó
intentar animarlas.
Era una situación incomodísima. Tiny acabó por quitárseme de encima y
salió corriendo. Yo no quería que me guardara rencor.
Al cabo de unos minutos, todo el mundo se había ido; ya no teníamos hambre.
No me entretuve mucho, y a que tampoco podía contener las emociones. Cuando
pasé junto a Aspen, me susurró:
—Esta noche.
Asentí levemente y seguí adelante.
El resto de la mañana fue raro. Nunca había tenido amigas a las que pudiera
echar de menos. Todas las habitaciones ocupadas de la segunda planta estaban
abiertas, y las chicas entraban y salían, pasándose notas y recogiendo
direcciones. Lloramos y nos reímos juntas y, por la tarde, el palacio se había
convertido en un lugar mucho más serio que en el momento de nuestra llegada.
En mi extremo del pasillo no quedaba nadie, así que no hubo más ruidos de
doncellas y endo arriba y abajo, ni de puertas cerrándose. Me senté a mi mesa,
leyendo un libro mientras mis doncellas limpiaban el polvo. Me pregunté si el
palacio siempre estaba así de solitario. Aquel vacío hizo que echara de menos a
mi familia.
De pronto alguien llamó a la puerta. Anne se apresuró a abrir, mirándome