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risa.
Mamá estaba mandona. Incluso por escrito notaba su tono, felicitándome
veladamente por haberme ganado el afecto del príncipe —Justin la había
informado de que yo era la única a la que le habían hecho un regalo para enviar
a casa— y diciéndome que siguiera haciéndolo como hasta entonces.
« Sí, mamá. Le seguiré diciendo al príncipe que no tiene ninguna posibilidad
conmigo y seguiré ofendiéndole tanto como pueda» . Un plan estupendo.
Me alegré de haber guardado la carta de May para el final.
Estaba absolutamente alucinada. Admitía la envidia que le daba que yo
pudiera comer cosas tan buenas todo el rato. También se quejaba de que mamá
estaba más gruñona. La entendía muy bien. El resto era una salva de preguntas.
¿Era Maxon tan guapo como en la tele? ¿Qué llevaba yo puesto ahora mismo?
¿Podría venir a visitarme a palacio? ¿No tendría Maxon un hermano secreto que
quisiera casarse con ella algún día?
Me reí y me llevé mi colección de cartas al pecho. Tendría que encontrar el
momento de escribirles otra vez lo antes posible. Debía de haber algún teléfono
por ahí, en algún sitio, pero hasta el momento nadie nos lo había mencionado.
Aunque tuviera uno en mi habitación, probablemente sería exagerado llamar
cada día. Además, sería divertido seguir con las cartas. Podían ser una prueba de
mi estancia en aquel lugar cuando todo aquello no fuera más que un recuerdo.
Me fui a la cama reconfortada al saber que a mi familia le iba bien y aquel
pensamiento me acompañó en un sueño profundo, a pesar de los nervios que me
producía la expectativa de volver a estar a solas con Maxon. No sabía muy bien
el motivo, pero esperaba que mis temores fueran infundados.
—Para guardar las apariencias, ¿te importaría cogerte de mi brazo? —me
preguntó, tras presentarse en mi habitación al día siguiente.
Yo no estaba muy segura, pero lo hice. Mis doncellas ya me habían puesto un
vestido de noche: un modelito azul con cintura imperio y las mangas cortas sobre
los hombros. Tenía los brazos al descubierto, y sentía la tela almidonada del traje
de Maxon contra mi piel. Había algo en todo aquello que me hacía sentir
incómoda. Él debió de darse cuenta, porque intentó distraerme.
—Siento que no llorara.
—No, no lo sientes…, siente —mi tono jocoso dejaba claro que a mí tampoco
me disgustaba tanto haber perdido.
—Es la primera vez que apuesto. Ha estado bien ganar —dijo, con un tono
casi de disculpa.
—La suerte del principiante.
—Quizá —sonrió—. La próxima vez intentaremos hacer que se ría.
Al instante empecé a imaginarme posibles situaciones. ¿Qué podrían llevarle