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La Seleccion - Kiera Cass

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que… ¿de qué servía conservar un céntimo? ¿Era eso lo único que me iba a

quedar? ¿Un céntimo en un frasco, para que pudiera enseñárselo a mi hija un día

y hablarle de mi primer novio, del que nadie supo nada?

No tuve tiempo de regodearme con mis preocupaciones. Solo unos minutos

más tarde Maxon llamó a la puerta con decisión y fui corriendo hacia allí.

Abrí la puerta con gran ímpetu. Maxon se me quedó mirando, sorprendido.

—¿Dónde están tus doncellas? —preguntó, mirando al interior de la

habitación.

—No están. Les mando que se vay an cuando vuelvo de la cena.

—¿Cada día?

—Sí, claro. Puedo quitarme la ropa sola, gracias.

Maxon levantó las cejas y sonrió. Yo me ruboricé. No pretendía decirlo de

aquel modo.

—Coge algo de abrigo. Fuera hace fresco.

Recorrimos el pasillo. Aún estaba algo ausente, perdida en mis pensamientos,

y ya sabía que Maxon no era un experto en iniciar conversaciones. Eso sí, le pasé

la mano por el brazo inmediatamente. Me gustaba que se hubiera creado cierta

familiaridad entre nosotros.

—Si insistes en no tener doncellas cerca, voy a tener que ponerte un guardia

en la puerta —dijo.

—¡No! No quiero que me vigilen como a una niña.

Él chasqueó la lengua.

—Estaría fuera de la puerta. Ni siquiera te enterarías de que está ahí.

—Sí que me enteraría. Sentiría su presencia.

Maxon soltó un suspiro en señal de agotamiento, pero sonreía. Yo estaba tan

enfrascada en la discusión que no oí los susurros hasta que prácticamente las tuve

delante: Celeste, Emmica y Tiny se cruzaron con nosotros en dirección a sus

habitaciones.

—Señoritas —saludó Maxon, con una leve inclinación de la cabeza.

Quizás había sido una ingenua pensando que nadie nos vería. Sentí un calor

que se me subía a la cabeza, pero no sabía muy bien por qué. Todas las chicas

hicieron una reverencia y siguieron adelante. Miré por encima del hombro

mientras nos dirigíamos a las escaleras. Emmica y Tiny parecían curiosas. Al

cabo de unos minutos y a se lo habrían contado a las demás. Al día siguiente

seguro que se me echaban todas encima. Celeste me atravesó con la mirada. No

cabía duda de que se lo iba a tomar como una afrenta personal.

Me giré y dije lo primero que se me pasó por la cabeza.

—Ya te dije que las chicas que se pusieron tan nerviosas durante el ataque

acabarían quedándose.

No sabía exactamente quiénes habían pedido marcharse, pero, según los

rumores, Tiny era una de ellas. Se había desmayado. Alguien había señalado a

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