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La Seleccion - Kiera Cass

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yo quería era mirar por la ventanilla. Observé el país desde lo alto, impresionada

ante lo grande que era todo.

Celeste decidió pasarse el vuelo durmiendo, lo cual agradecimos. A Ashley le

instalaron un escritorio plegable y ya estaba escribiendo cartas sobre su aventura.

Bien pensado, lo de llevar papel. Estaba segura de que a May le habría encantado

que le contara aquella parte del viaje, aunque no incluyera al príncipe.

—¡Es tan elegante! —me susurró Marlee, indicando con la cabeza a Ashley.

Estábamos sentadas una frente a la otra, en las cómodas butacas de la parte

delantera del pequeño avión—. Desde el primer momento, ha sido educadísima

conmigo. Va a ser una dura rival —dijo, con un suspiro.

—No puedes planteártelo así —respondí—. Sí, tienes que intentar llegar al

final, pero no derrotando a las demás. Simplemente has de ser tú misma. ¿Quién

sabe? A lo mejor Maxon prefiere a alguien más informal.

Marlee se lo quedó pensando.

—Supongo que es un buen planteamiento. Pero es difícil que no le guste a

alguien. Es de lo más amable. Y también guapa —asentí, y Marlee bajó el

volumen de voz hasta hablar en un murmullo—: Celeste, en cambio…

Abrí bien los ojos y meneé la cabeza.

—Ya. Solo llevamos juntas una hora y ya estoy deseando que se vaya a casa.

Marlee se tapó la boca para ocultar su risa.

—No quiero hablar mal de nadie, pero es muy agresiva. Y eso que aún no

hemos visto siquiera a Maxon. Me pone un poco nerviosa.

—No hagas caso —la tranquilicé—. Las chicas así se eliminan ellas solas de

la competición.

—Eso espero —dijo Marlee, con un suspiro—. A veces desearía…

—¿Qué?

—Bueno, a veces desearía que los Doses tuvieran una idea de lo que se siente

cuando te tratan como ellos nos tratan a nosotros.

Asentí. Nunca me había planteado estar al mismo nivel que una Cuatro, pero

supongo que nuestra situación era similar. Si no eras una Dos o una Tres, lo único

que variaba en tu vida era el nivel de las dificultades a las que te enfrentabas.

—Gracias por hablar conmigo. Me preocupaba pensar que cada una fuera a

lo suy o, pero Ashley y tú habéis sido muy amables. A lo mejor al final esto

resulta divertido y todo —dijo, y la voz se le llenó de esperanza.

Yo no estaba tan segura, pero le devolví la sonrisa. No tenía motivo para

rechazar a Marlee ni para ser maleducada con Ashley. Quizá las otras chicas no

fueran tan llanas.

Cuando aterrizamos, todo estaba en silencio. Recorrimos el trecho entre el

avión y la terminal flanqueadas por unos guardias. Pero cuando se abrieron las

puertas, nos encontramos con un estrépito de gritos que rompían los tímpanos.

La terminal estaba llena de gente que gritaba y nos jaleaba. Nos habían

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