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La Seleccion - Kiera Cass

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hacia mí, vi por qué. Su precioso vestido tenía una mancha por delante, del color

del ponche de Celeste. Era como si la hubieran apuñalado.

—Lo siento, es que me he girado demasiado rápido. No era mi intención,

Kriss. Deja que te ayude —se disculpó.

A oídos de cualquiera, probablemente parecería sincera, pero a mí no me

engañaba.

Kriss se tapó la boca y se echó a llorar; luego salió corriendo de la sala, lo que

puso fin a la fiesta. Maxon, en un gesto galante, fue tras ella, aunque en realidad a

mí me habría gustado que se quedara.

Celeste se defendía ante cualquiera que quisiera escucharla, diciendo que

había sido un accidente. Tuesday asentía, y aseguraba que lo había visto todo,

pero entre las demás había tantas que levantaban la vista al cielo o ponían cara de

hastío que el apoy o de Tuesday no valía para nada. Por mi parte, me limité a

guardar el violín y me dispuse a marcharme.

Marlee me agarró del brazo.

—Alguien debería hacer algo con ella.

Si Celeste podía conseguir que una persona tan encantadora como Anna se

mostrara violenta, o si pensaba que podía intentar quitarme el vestido, o hacer

que alguien tan benevolente como Marlee estuviera a punto de dejarse llevar por

la rabia, desde luego en la Selección no había sitio para ella.

Tenía que conseguir que la echaran de palacio.

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