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La Seleccion - Kiera Cass

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prestar atención a alguien a quien quieres tanto.

Maxon se puso en pie. Aquel movimiento repentino hizo que su silla chirriara

de un modo que llamó la atención de todas, y nos giramos en su dirección. Daba

la impresión de que habría deseado pasar desapercibido, pero, consciente de que

aquello era imposible, decidió hablar.

—Señoritas —dijo, con una leve reverencia. Tenía aspecto de estar pasándolo

muy mal—. Me temo que, desde el ataque de ayer, me he visto obligado a

reconsiderar seriamente la operación de la Selección. Tal como saben, tres de

ustedes solicitaron permiso para marcharse ay er, y se lo concedí. No querría que

nadie estuviera aquí contra su voluntad. Es más, no me siento cómodo obligando

a nadie a quedarse en palacio, enfrentándose a esta amenaza constante, si estoy

convencido de que no tenemos ningún futuro juntos.

La confusión reinante en la sala dio paso a la comprensión. Aunque no nos

gustara, era evidente.

—No estará… —murmuró Tiny.

—Sí, eso es lo que está haciendo —respondí.

—Aunque me duele hacer esto, he discutido el asunto con mi familia y con

unos cuantos consejeros próximos, y he decidido acelerar el proceso y reducir el

número de participantes a la élite de finalistas. No obstante, en lugar de diez, solo

quedarán seis de ustedes —anunció Maxon, con un tono absolutamente formal.

—¿Seis? —exclamó Kriss.

—Eso no es justo —dijo Tiny casi sin voz, echándose a llorar.

Paseé la mirada por la sala mientras los murmullos de protesta iban

extendiéndose. Celeste cogió aire, como si pudiera luchar por una plaza. Bariel

había cerrado los ojos y cruzado los dedos, esperando quizá que esa imagen le

hiciera ganar simpatías. Marlee, que había admitido que no estaba interesada en

Maxon, estaba increíblemente tensa. ¿Por qué le importaba tanto quedarse?

—No quiero alargar esto de un modo innecesario, así que solo las siguientes

señoritas se quedarán: Lady Marlee y Lady Kriss.

Marlee emitió un suspiro de alivio y se llevó una mano al pecho. Kriss se

agitó de alegría en su silla y miró a las chicas a su alrededor, esperando que las

demás se alegraran por ella. Y me alegré, hasta que me di cuenta de que dos de

las seis plazas y a habían sido ocupadas. Con aquella discusión pendiente entre

Maxon y yo, ¿me enviaría a casa? ¿No veía ningún futuro en mí? ¿Deseaba que

lo viera? ¿Qué haría si tenía que volver a casa?

Hasta aquel momento, había tenido en mis manos el poder de decidir cuándo

me iría. Ahora me daba cuenta, de pronto, de lo importante que era para mí

quedarme.

—Lady Natalie y Lady Celeste —prosiguió, mirando a una y luego a la otra.

Apreté los dientes al oír el nombre de Celeste. No podía creer que la

prefiriese a ella antes que a mí. ¿Cómo podía escogerla para ser una de las seis

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