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La Seleccion - Kiera Cass

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nos oyera.

—Maxon y yo hemos tenido una cita —susurró.

—¿De verdad? —pregunté. Sabía que mi reacción sonaba demasiado

ilusionada, pero no pude evitarlo. Quería saber si había conseguido mostrarse

algo menos tieso con ella, y si Marlee le había gustado.

—Envió una carta a una de mis doncellas preguntando si podía verme el

jueves —sonreí mientras Marlee me iba contando aquello y pensé en que el día

anterior había hecho lo mismo conmigo. Maxon y yo habíamos decidido

eliminar aquellas formalidades—. Yo le envié otra nota diciendo que sí, por

supuesto. ¡Como si pudiera decirle que no! Él vino a buscarme y fuimos a dar un

paseo por el palacio. Empezamos a hablar de cine, y resulta que hay muchas

películas que nos gustan a los dos. Así que nos fuimos al sótano. ¿Has visto el cine

que tienen allí?

—No —de hecho, nunca había estado en ningún cine, y estaba impaciente

por que me lo describiera.

—¡Oh, pues es perfecto! Las butacas son anchas y se reclinan, e incluso

puedes hacerte tus propias palomitas: tienen una máquina. ¡Maxon preparó unas

cuantas para nosotros! Fue monísimo, America. Midió mal el aceite y las

primeras salieron quemadas. Llamó a alguien para que lo limpiara y tuvo que

volver a hacerlas de nuevo.

Puse los ojos en blanco. Genial, Maxon, genial. Por lo menos a Marlee

aquello le parecía encantador.

—Así que vimos la película, y, cuando llegamos a la parte romántica, hacia el

final, ¡me cogió la mano! Yo pensaba que me desmay aba. Bueno, le había

cogido del brazo durante el paseo, pero se supone que eso tienes que hacerlo.

Pero eso de cogerme la mano… —suspiró y se dejó caer contra el respaldo de la

silla.

Solté una risita. Marlee parecía entusiasmada. ¡Sí, sí, sí!

—No veo el momento de que vuelva a visitarme. ¡Es tan atractivo! ¿No te

parece?

Me lo pensé un momento.

—Sí, es mono.

—¡Venga y a, America! ¿No te has fijado en esos ojos, y en esa voz…?

—¡Salvo cuando se ríe! —Solo de recordar la carcajada de Maxon, me daba

a mí la risa. Era graciosa, pero rara. Iba soltando aire entre risas, y luego hacía

un ruido entrecortado al aspirar que era como otra carcajada en sí misma.

—Sí, vale. Tiene una risa un poco rara, pero es mono.

—Sí, claro, si te gusta oír el ruido de un ataque de asma al oído cada vez que

le cuentas un chiste.

Marlee se partía de la risa.

—De acuerdo, vale —concedió, recuperando el aliento—. Pero seguro que

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