Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
familia estaba invitada. Él vino a mi encuentro en un rincón y me dio una
felicitación; me dijo que la leyera cuando estuviera sola. Cuando por fin pude
hacerlo, vi que no llevaba su nombre, ni siquiera un « Feliz cumpleaños» . Solo
decía: « Casa del árbol. Medianoche» .
Maxon abrió bien los ojos.
—¿Medianoche? Pero…
—Deberías saber que yo violo el toque de queda de Illéa con bastante
frecuencia.
—Podías haber acabado en la cárcel, America —exclamó, agitando la
cabeza.
Me encogí de hombros.
—En aquel momento, aquello no me pareció importante. La primera vez me
sentí como si volara. Conocía su caligrafía por todas las otras notas, y me
alegraba de haber sido lo suficientemente lista como para mantenerlo todo en
secreto. Y él, por su parte, había estado buscando un modo para que nos
pudiéramos ver. No podía creerme que quisiera estar a solas conmigo.
» Aquella noche esperé en mi habitación, mirando hacia la casa del árbol del
patio. Hacia la medianoche, vi que alguien trepaba y se metía dentro. Recuerdo
que fui a cepillarme los dientes de nuevo, por si acaso. Me escabullí por la puerta
de atrás y fui hasta el árbol. Y ahí estaba él. No… podía creérmelo.
» No recuerdo cómo empezó, pero muy pronto los dos nos habíamos
confesado nuestros sentimientos, y no lográbamos dejar de reír de lo contentos
que estábamos de que nuestro sentimiento fuera correspondido. Ni siquiera podía
pensar en lo que suponía violar el toque de queda o mentir a mis padres. Me daba
igual ser una Cinco y que él fuera un Seis. No me preocupaba el futuro. Porque
lo único que me importaba era que me quisiera…
» Y me quería, Maxon, me quería…
Más lágrimas. Me eché una mano al pecho, sintiendo la ausencia de Aspen
como nunca antes. Hablar de ella la volvía más real. Ahora ya no podía hacer
otra cosa más que acabar el relato.
—Nos vimos en secreto durante dos años. Éramos felices, pero a él siempre
le preocupaba que tuviéramos que vernos a escondidas, así como no poder
darme lo que consideraba que me merecía. Cuando nos enteramos de lo de la
Selección, insistió en que me apuntara.
Maxon se quedó boquiabierto.
—Lo sé. Fue un tontería. Pero él se habría sentido culpable toda la vida si no
lo intentaba. Y y o pensaba, la verdad, que no me escogerían. ¿Cómo iban a
elegirme?
Levanté las manos al aire y las dejé caer. Aún estaba anonadada por todo lo
sucedido.
—Por su madre me enteré de que había estado ahorrando para casarse con