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añadió, con una sonrisa socarrona—, pero no te lo tengo en cuenta.
—¿De verdad?
—Claro. De verdad.
—¡Agh! Esta noche me he sentido como una tonta. ¡No puedo creerme que
me hicieras contar esa historia! —exclamé, dándole un suave cachete en la
mejilla.
—¡Eso ha sido lo mejor de toda la noche! Mamá se ha divertido de lo lindo.
En sus días, las chicas eran más reservadas incluso que Tiny, y vas tú y me
llamas superficial… No podía creérselo.
Genial. Ahora hasta la reina pensaba que era una inadaptada. Atravesamos la
habitación y acabamos en el balcón. Soplaba una suave brisa templada que nos
hacía llegar el olor de los miles de flores del jardín. En lo alto brillaba una luna
llena, cuy a luz se sumaba a las del palacio y le daba a Maxon un brillo
misterioso.
—Bueno, me alegro de que te hayas divertido —dije, pasando los dedos por
la baranda.
Maxon dio un salto y se sentó sobre la baranda, aparentemente muy relajado.
—Siempre me diviertes. Me estoy acostumbrando.
Hmm. Casi resultaba cómico.
—Y… sobre eso que has dicho…
—¿Qué parte? ¿La de las cosas que te he llamado en público o la de las peleas
con mi madre, o cuando he dicho que la comida era mi principal motivación? —
dije, poniendo los ojos en blanco.
Él se rio.
—Lo de que y o era bueno…
—Ah, sí. ¿Qué hay de eso? —Aquellas pocas frases de pronto me parecieron
lo más embarazoso del mundo. Bajé la cabeza y empecé a darle vueltas a un
trozo de tela del vestido.
—Te agradezco que quieras hacerlo creíble, pero no hacía falta que fueras
tan lejos.
Levanté la cabeza de pronto. ¿Cómo podía pensar eso?
—Maxon, eso no lo dije por el programa. Si me hubieras pedido mi opinión
sincera hace un mes, habría sido muy diferente. Pero ahora te conozco, y sé la
verdad, y eres todo lo que dije que eras. Y más.
Se quedó en silencio, pero había una tímida sonrisa en su rostro.
—Gracias —soltó por fin.
—No hay de qué.
Maxon se aclaró la voz.
—Él también tendrá suerte —afirmó, bajando de la baranda y acercándose
al lado del balcón donde estaba y o.
—¿Eh?