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formación tras las puertas, que cerraron con llave y aseguraron con barras.
—Han atravesado los muros, majestad, pero los estamos conteniendo. Las
señoritas deberían marcharse, pero estamos tan cerca de la puerta…
—Entendido, Markson —respondió el rey, zanjando la cuestión.
Estaba claro lo que había pasado: los rebeldes habían penetrado en el recinto.
Ya me imaginaba que podía pasar algo así, con tantos invitados en palacio y
tantos preparativos. Cualquiera podía cometer algún desliz que comprometiera
nuestra seguridad. Y aunque no fuera fácil entrar, era un momento ideal para
organizar una protesta. Cuando menos, la Selección podía resultar molesta.
Estaba segura de que los rebeldes la odiaban, al igual que tanta gente de Illéa.
Comoquiera que fuera, y o no iba a quedarme de brazos cruzados.
Eché la silla atrás tan rápido que se cayó, y corrí hacia la ventana más
próxima para bajar la persiana de metal. Algunas otras de las chicas, conscientes
del peligro en que nos encontrábamos, hicieron lo mismo.
Tardé solo un momento en bajarla, pero ajustarla era algo más difícil.
Apenas había puesto el cierre en posición cuando algo impactó contra la
protección metálica desde el exterior, cosa que me hizo retroceder con un grito
hasta tropezar con mi silla y caer al suelo.
Maxon apareció inmediatamente.
—¿Te has hecho daño?
Hice una evaluación rápida. Era probable que me saliera un cardenal en la
cadera, y estaba asustada, pero nada más.
—No, estoy bien.
—Al fondo de la habitación. ¡Venga! —ordenó, mientras me ay udaba a
ponerme en pie.
Él atravesó la sala, agarrando a algunas chicas que se habían quedado
paralizadas del miedo y conduciéndolas a la esquina más alejada.
Obedecí y corrí al fondo de la estancia, donde estaban todas las chicas,
amontonadas. Algunas lloraban en silencio; otras tenían la mirada perdida. Tiny
se había desmay ado. Lo más tranquilizador fue ver al rey Clarkson hablando
animadamente con un guardia en la pared contraria, lo bastante lejos como para
que las chicas no le oyeran. Rodeaba a la reina con el brazo en un gesto
protector, y ella se mostraba tranquila y confiada a su lado.
¿A cuántos ataques habría sobrevivido? Había oído que se producían varias
veces al año. Aquello debía de ser exasperante. Las probabilidades de sobrevivir
eran cada vez menores para ella… y para su marido… y para su único hijo. Con
el tiempo, los rebeldes descubrirían cómo aprovechar las circunstancias a su
favor y conseguir lo que querían. Y sin embargo, allí estaba, con la cabeza alta,
la mirada clara y el rostro sereno.
Eché un vistazo a las chicas. ¿Alguna de ellas tendría la fuerza necesaria para
ser reina? Tiny seguía inconsciente en los brazos de alguien. Bariel y Celeste