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Intentaba hacerse una idea de cómo era cada chica en solo cinco minutos.
—Me pregunto qué querrá saber —dijo Marlee, girándose.
—A lo mejor quiere saber qué actores te parecen más guapos. Ten la lista
preparada en la mente —le susurré.
Marlee y Ashley contuvieron una risita.
No éramos las únicas que hablábamos. Por toda la sala se elevó un suave
murmullo mientras esperábamos nuestro turno. Por otra parte, los cámaras iban
moviéndose por todas partes, preguntándoles a las chicas por su primer día en
palacio, si les gustaban sus doncellas, y cosas así. Cuando se pararon donde
estábamos Ashley y y o, dejé que fuera ella la que hablara.
Seguí mirando hacia el sofá mientras entrevistaban a cada una de las
seleccionadas. Algunas se mostraban tranquilas y elegantes; otras se agitaban de
los nervios. Marlee se ruborizó cuando se acercó al príncipe Maxon, y el rostro se
le iluminó cuando volvió. Ashley se alisó el vestido varias veces, como si tuviera
un tic nervioso en las manos.
Yo estaba casi sudando cuando volvió. Era mi turno. Respiré hondo y procuré
calmarme. Estaba a punto de pedirle un favor monumental.
Él se puso en pie y ley ó mi broche cuando me acerqué.
—America, ¿verdad? —dijo, con una sonrisa en los labios.
—Sí. Y sé que he oído su nombre en algún sitio, pero… ¿me lo puede
recordar? —me pregunté si arrancar con una broma sería una buena idea, pero
Maxon se rio y me indicó que me sentara.
—¿Has dormido bien, querida? —preguntó, inclinándose hacia mí.
No sé qué diría la expresión de mi cara al oír aquel calificativo, pero los ojos
de Maxon brillaron, divertidos.
—Sigo sin ser su querida —respondí, pero esta vez con una sonrisa—. Pero sí.
Una vez que conseguí calmarme, he dormido muy bien. Mis doncellas han tenido
que sacarme de la cama. Estaba muy a gusto.
—Me alegro de que estuvieras a gusto, querida…, America —se corrigió.
—Gracias —repuse. Jugueteé un momento con el vestido, intentando pensar
en cómo decir lo que quería decir—. Siento mucho haberme portado así. Cuando
me acosté me di cuenta de que, aunque sea una situación extraña para mí, no
debería culparle a usted. No es usted el motivo de que yo me vea envuelta en
esto, y todo el montaje de la Selección ni siquiera es idea suya. Además, estaba
hundida y usted fue de lo más amable conmigo, aunque y o estuve…, bueno,
odiosa. Podía haberme echado anoche, y no lo hizo. Gracias.
Los ojos de Maxon reflejaban ternura. Apuesto a que todas las chicas que
habían pasado por allí antes de mí se habían fundido al verlos. También a mí
podía haberme afectado que me mirara así, pero estaba claro que era parte de su
naturaleza. Apartó la vista un momento. Cuando volvió a mirarme, se echó
adelante, apoy ando los codos sobre las rodillas como si quisiera que entendiera la