18.12.2022 Views

La Seleccion - Kiera Cass

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—¡No empieces! —le advertí, pero él se limitó a chasquear la lengua y

extendió las manos.

—Espera un momento. Tienes la banda torcida.

—No es de extrañar —aquella cosa pesaba tanto que sentía que se me movía

a cada paso que daba.

—Creo que ya está —dijo él, bromeando.

—A ti, por tu parte, podrían colgarte con las lámparas de araña —

contraataqué, señalando la ristra de relucientes medallas que llevaba en el pecho.

Su uniforme, que recordaba al de los guardias, solo que mucho más elegante,

también tenía unas cosas doradas en los hombros y llevaba una espada colgada

del cinto. Era excesivo.

—Miren a la cámara, por favor —advirtió el fotógrafo.

Levanté la vista y vi no solo sus ojos, sino también el rostro de las chicas que

nos miraban, y me puse de los nervios.

Me sequé el sudor de las manos en el vestido y resoplé.

—No te pongas nerviosa —susurró Maxon.

—No me gusta que me mire todo el mundo.

Él tiró de mí y me rodeó la cintura con la mano. Quise dar un paso atrás, pero

el brazo de Maxon me retuvo con fuerza.

—Tú mírame como si no pudieras resistirte a mis encantos —dijo, poniendo

morritos y forzando una mueca, lo cual hizo que se me escapara la risa.

La cámara disparó justo en aquel momento, y nos pilló a los dos riéndonos.

—¿Lo ves? —dijo Maxon—. No es para tanto.

—Supongo —contesté. Seguí tensa unos minutos, mientras el fotógrafo nos

daba instrucciones y Maxon iba pasando de una postura a otra, soltándome un

poco, o girándome, situando mi espalda contra su pecho.

—Excelente —intervino el fotógrafo—. ¿Podemos hacer unas más en el sofá?

Me sentía mejor ahora que y a quedaba poco; tomé asiento junto a Maxon

con la mejor postura que pude adoptar. De vez en cuando, él me hacía cosquillas,

haciéndome sonreír hasta casi provocarme la risa. Yo esperaba que el fotógrafo

disparara justo en el momento previo a mis ataques de risa, o todo aquello sería

un desastre.

Por el rabillo del ojo vi una mano que se agitaba, y un momento más tarde

Maxon también se giró. Era un hombre vestido de traje, que evidentemente

necesitaba hablar con el príncipe. Maxon asintió, pero el tipo dudó, mirándole a él

y luego a mí, como si cuestionara mi presencia.

—No pasa nada —dijo Maxon, y el hombre se acercó y se arrodilló ante él.

—Ataque rebelde en Midston, alteza —informó. Maxon suspiró y dejó caer la

cabeza en un gesto de preocupación—. Han quemado hectáreas de cosechas y

han matado a una docena de personas.

—¿En qué parte de Midston?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!