You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Se me quedó mirando fijamente otra vez y cerró la puerta poco a poco.
Era inútil intentar dormir. Di vueltas en la cama durante horas, mientras los
pensamientos sobre la estupidez de Maxon y la proximidad de Aspen libraban
una dura batalla en mi mente. No sabía qué hacer sobre nada de lo que me
pasaba. Mis reflexiones me consumían; ni siquiera me di cuenta de que, de tanto
darle vueltas en la cabeza, seguía despierta a las dos de la madrugada.
Suspiré. Mis doncellas tendrían que trabajar especialmente duro al día
siguiente para ponerme en condiciones.
De pronto vi una luz procedente del pasillo. Tan sigilosamente que daba la
impresión de que estaba soñándolo, Aspen abrió la puerta, entró y la cerró tras él.
—Aspen, ¿qué estás haciendo? —susurré mientras él cruzaba la habitación—.
¡Te vas a meter en un buen lío si te pillan aquí!
Siguió avanzando en silencio.
—¿Aspen?
Se detuvo frente a mi cama y, delicadamente, dejó en el suelo el bastón que
llevaba.
—¿Le quieres?
Miré en lo más profundo de los ojos de Aspen, apenas visibles en la
oscuridad. Por una fracción de segundo, no supe qué decir.
—No.
Él retiró las sábanas con un movimiento a la vez elegante y violento. Yo
debería haber protestado, pero no lo hice. Me puso la mano tras la cabeza, y me
empujó hacia él. Me besó desesperadamente, y todas las cosas buenas del
mundo encontraron por fin su sitio. Ya no olía al jabón que hacían en su casa, y
estaba más fuerte que antes, pero cada movimiento y cada contacto me
resultaban familiares.
—Te matarán por esto —suspiré en un momento en que sus labios se perdían
por mi cuello.
—Si no lo hago, me moriré igualmente.
Intenté reunir las fuerzas necesarias para decirle que parara, pero sabía que
no lo intentaba con demasiada convicción. En aquel momento sentía que había
mil cosas que no estaban bien —el estar rompiendo tantas reglas; el que Aspen,
por lo que y o sabía, tuviera otra novia; el que entre Maxon y yo hubiera ciertos
sentimientos—, pero no podía preocuparme de eso. Estaba enfadada con Maxon,
y Aspen me confortaba enormemente. Dejé que sus manos recorrieran mis
piernas arriba y abajo.
Me asombré de lo diferente que era la sensación. Nunca antes habíamos
tenido tanto sitio. Y aunque me dejara llevar, sentía todo lo que me pasaba por la
cabeza. Estaba enfadada con Maxon, con Celeste, incluso con Aspen. ¡Demonios,
estaba enfadada con Illéa! Mientras nos besábamos sin parar, me eché a llorar.
Aspen siguió besándome, y muy pronto descubrí que parte de las lágrimas