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La Seleccion - Kiera Cass

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gustan a usted —constató Mary.

—Eso no explica por qué me habéis hecho un vestido rojo.

—Para que se la vea, por supuesto —respondió Mary —. Oh, Lady America,

si de verdad le gusta, tendrá que seguir destacándose. Ha sido muy generosa con

nosotras, especialmente con Lucy —dijo.

Todas miramos a Lucy, que asintió con la cabeza y añadió:

—Usted… es muy buena persona; sería ideal como princesa. Lo haría de

maravilla.

No sabía cómo poner fin a aquello. Odiaba ser el centro de atención.

—Pero ¿y si todas las demás tienen razón? ¿Y si el motivo por el que le gusto

a Maxon es porque no soy tan vistosa como todas las demás? ¿Y si al ponerme

algo tan espectacular lo estropeamos todo?

—Todas las chicas tienen que destacar de vez en cuando. Y nosotras

conocemos a Maxon desde que era un niño. Esto le encantará —afirmó Anne,

con tal seguridad que me dejó claro que no me quedaba alternativa.

No sabía cómo explicarles que las notas que me enviaba, que el tiempo que

pasábamos juntos, se debía, simplemente, a que éramos amigos. No podía

decírselo. Sería una gran decepción para ellas y, además, tenía que mantener las

apariencias si quería quedarme. Y quería. Necesitaba quedarme.

—De acuerdo. Voy a probármelo —accedí, con un suspiro.

Lucy se puso a dar saltitos de emoción hasta que Anne le instó a que

mantuviera la compostura. Me puse aquel sedoso vestido por la cabeza y ellas le

dieron las últimas puntadas. Las hábiles manos de Mary me sostenían el pelo de

diferentes modos para ver qué peinado le iría mejor al vestido, y a la media hora

ya estaba lista.

El estudio estaba dispuesto de un modo algo diferente para el programa

especial de aquella noche. Los tronos de la familia real estaban en un lado, como

siempre, y nuestros asientos seguían en el lado contrario. Pero el estrado no

estaba centrado, para dejar espacio a dos butacas altas. Sobre una de ellas había

un micrófono, para que lo usáramos cuando nos tocara hablar con Gavril. Solo de

pensar en ello me ponía de los nervios.

Como era de esperar, la sala estaba llena de vestidos en todos los tonos

posibles de azul. Algunos se acercaban más al verde, otros al violeta, pero estaba

claro que había una tendencia general. Me sentí incómoda al instante. Crucé la

mirada con la de Celeste y decidí mantenerme alejada de ella hasta que no

quedara más remedio que dirigirse a los asientos.

Kriss y Natalie pasaron a mi lado después de haber comprobado el estado de

su maquillaje por última vez. Ambas parecían algo desilusionadas, aunque en el

caso de Natalie a veces era difícil de saber. Por lo menos Kriss también se

distinguía un poco de las demás. Su vestido azul se tornaba en blanco, como si

estuviera surcado por unas tiras de hielo que se iban abriendo paso en dirección al

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