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—Buenas noches, damas y caballeros de Illéa. Sé que esta es una noche muy
emocionante para todos nosotros, y a que por fin todo el país podrá saber algo de
las veinticinco señoritas que quedan en la Selección. No tengo palabras para
describir la emoción que supone para mí. Estoy seguro de que estarán de
acuerdo en que cualquiera de estas asombrosas jovencitas sería una magnífica
líder y una estupenda princesa.
» Pero antes de llegar a eso, me gustaría anunciarles un nuevo proy ecto en el
que estoy trabajando y que es de gran importancia para mí. Conocer a estas
señoritas me ha servido para entrar en contacto con el mundo que se extiende
fuera de nuestro palacio, un mundo que pocas veces tengo ocasión de ver. Me
han hablado de sus grandes valores y me han señalado sus inimaginables zonas
oscuras. Hablando con estas jóvenes, me he dado cuenta de la importancia de las
masas que viven más allá de estos muros. He abierto los ojos al sufrimiento de
nuestras castas inferiores y he decidido hacer algo al respecto.
¿El qué?
—Tardaremos al menos tres meses en organizar esto correctamente, pero
para Año Nuevo habrá un servicio público de entrega de alimentos en todas las
Oficinas Provinciales de Servicios. Cualquier Cinco, Seis, Siete u Ocho que lo
desee podrá pasarse por allí para disfrutar de una comida nutritiva de forma
gratuita. Tengan en cuenta que estas señoritas han sacrificado su compensación
económica en su totalidad o en parte para contribuir a la financiación de este
importante programa. Y aunque puede que esta asistencia no dure eternamente,
la mantendremos en activo mientras podamos.
Hice un esfuerzo para no dejar traslucir la gratitud y la emoción que me
embargaban, pero alguna lágrima sí se me escapó. No había perdido tanto de
vista lo que venía después como para no preocuparme de mi maquillaje, pero
desde luego ya no era lo que ocupaba el centro de mis pensamientos.
—Creo que un buen líder no puede permitir que su pueblo pase hambre. Las
castas inferiores componen la mayor parte de Illéa, y creo que hemos
descuidado a esta gente demasiado tiempo. Por eso tomo la iniciativa y solicito la
colaboración de los demás. Doses, Treses, Cuatros…, las carreteras por las que
pasan no se asfaltan solas. Sus casas no se limpian por arte de magia. Ahora
tienen la oportunidad de adquirir conciencia de ello haciendo sus donativos a la
Oficina Provincial de Servicios —hizo una pausa—. La posición que tienen desde
el nacimiento es una bendición, y es hora de dar gracias por ello. A medida que
el proy ecto vaya progresando iré dando información actualizada. Les agradezco
a todos su atención. Y ahora pasemos al motivo principal por el que están aquí
esta noche. ¡Damas y caballeros, el señor Gavril Faday e!
Todos los presentes aplaudieron, aunque era evidente que el anuncio de
Maxon no ilusionaba a todo el mundo. El rey, por ejemplo, aplaudía sin emoción;
sin embargo, la reina estaba radiante de orgullo. Los asesores tampoco parecían