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Una media hora más tarde, dos chicas vestidas con una camisa blanca y unos
pantalones negros como los míos atravesaron las puertas con sus asistentes, que
les llevaban las bolsas. Ambas sonreían, lo que confirmaba mi sospecha de que
y o era la única de las seleccionadas que estaba deprimida.
Era el momento de cumplir mi promesa. Respiré hondo y me puse en pie
para darles la mano.
—¡Hola! —saludé, animada—. Yo soy America.
—¡Ya lo sé! —respondió la chica de la derecha. Era una rubia con ojos
marrones. La reconocí inmediatamente como Marlee Tames, de Kent. Una
Cuatro. No hizo caso de mi mano tendida; se echó adelante y me dio un abrazo
sin pensárselo dos veces.
—¡Oh! —dije.
Aquello sí que no me lo esperaba. Aunque Marlee era una de las chicas que
tenía cara de buena persona, mamá llevaba toda la semana advirtiéndome de
que considerara a todas aquellas chicas enemigas, y su pensamiento agresivo
había ido penetrando en mi mente. Así que ahí estaba, esperando como mucho
un saludo cordial por parte de unas chicas dispuestas a luchar a muerte por
alguien a quien yo no quería. Y lo que recibí fue un abrazo.
—Yo soy Marlee. Esta es Ashley.
Sí, Ashley Brouillette de Allens, una Tres. Ella también tenía el cabello rubio,
pero mucho más claro que el de Marlee, y unos ojos azules de aspecto delicado
que le daban a la cara una imagen serena. En comparación con Marlee, parecía
frágil.
Ambas eran del norte; supuse que por eso habían venido juntas. Ashley me
hizo un gesto con la mano y sonrió, pero eso fue todo. Yo no estaba segura de si
era porque era tímida o porque y a estaban analizándonos. Tal vez es que era una
Tres de nacimiento y sabía comportarse mejor en público.
—¡Me encanta tu pelo! —exclamó Marlee—. Ojalá yo hubiera sido pelirroja
de nacimiento. Te da mucha vida. He oído que los pelirrojos tienen mal carácter.
¿Es cierto?
A pesar del día asqueroso que llevaba, Marlee hablaba con tal desparpajo que
no puede evitar sonreír.
—No creo. Quiero decir que y o puedo ponerme de muy mal humor a veces,
pero mi hermana también es pelirroja y es la criatura más dulce del mundo.
De ahí pasamos a una conversación distendida sobre lo que nos hacía enfadar
y lo que siempre nos hacía recuperar la calma. A Marlee le gustaban las
películas, y a mí también, aunque raramente tenía ocasión de ir al cine.
Hablamos de actores guapísimos, algo que resultaba extraño, y a que nos
disponíamos a integrarnos en el grupo de novias de Maxon.
Ashley soltaba alguna risita tímida de vez en cuando, pero nada más. Si le