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haber ido…
—America, ¿conoces a este joven?
Hacía más de un mes que no veía a Aspen, pero aquella era la persona con la
que llevaba años haciendo planes, la persona que aún visitaba mis sueños. Lo
habría reconocido en cualquier parte. Se le veía algo más fornido, como si
hubiera comido bien, y debía de estar haciendo mucho ejercicio. Le habían
cortado su enmarañado pelo y ahora lo llevaba muy corto, prácticamente
rapado. Estaba acostumbrada a verlo vestido con prendas de segunda mano que
apenas se sostenían, mientras que ahora lucía uno de los vistosos uniformes
hechos a medida para la guardia del palacio.
Era alguien extraño y familiar a la vez. Había muchas cosas de él que me
resultaban raras. Pero aquellos ojos… eran los ojos de Aspen.
Se me fue la vista a la placa identificativa de su uniforme: soldado Leger.
No me parecía que solo hubiera pasado un segundo.
Intenté mantener la compostura para que nadie viera la tormenta que se
había desatado en mi interior, algo inexplicable. Quería tocarlo, besarle, gritarle,
exigirle que se fuera de mi refugio. Deseaba fundirme y desaparecer, pero
estaba muy claro que seguía allí.
Todo aquello no tenía sentido.
Me aclaré la garganta.
—Sí. El soldado Leger procede de Carolina. De hecho es de mi misma ciudad
—respondí, con una sonrisa.
Seguro que Aspen nos habría oído reír a la vuelta de la esquina, seguro que
habría notado que mi brazo seguía colgado del brazo del príncipe. Que pensara lo
que quisiera.
Maxon parecía contento por mí.
—¡Vay a, qué coincidencia! Bienvenido, soldado Leger. Debe de estar muy
contento de ver a nuestra campeona otra vez.
Maxon le tendió la mano, y Aspen, que se había quedado de piedra, se la
estrechó.
—Sí, alteza. Muchísimo.
¿Qué significaba aquello?
—Estoy seguro de que usted apuesta por ella —apuntó Maxon, mientras me
guiñaba el ojo.
—Por supuesto, alteza —repuso Aspen, inclinando la cabeza un poco.
¿Qué significaba eso?
—Excelente. Dado que America es de su provincia, no se me ocurre nadie
mejor en palacio para que la proteja. Me aseguraré de incluirle en las rotaciones
para montar guardia en su puerta. Esta chica se niega a tener una doncella en la
habitación por la noche. He intentado convencerla, pero… —Maxon me miró y
meneó la cabeza.