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La Seleccion - Kiera Cass

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Capítulo 5

La semana siguiente llegué antes que Aspen a la casa del árbol.

Me costó un poco subir en silencio con todo lo que quería llevar, pero lo

conseguí. Estaba recolocando los platos una vez más cuando oí que alguien

trepaba por el árbol.

—¡Buh!

Aspen se sobresaltó y se rio. Encendí la vela nueva que había comprado para

la ocasión. Él cruzó la casa del árbol para darme un beso y, al momento, me puse

a contarle todo lo que había sucedido durante la semana.

—No te he contado lo de las inscripciones —le solté, muy animada.

—¿Cómo fue? Mamá me dijo que estaba hasta los topes.

—Fue una locura, Aspen. ¡Deberías haber visto cómo iban vestidas algunas!

Y y a sabrás que de sorteo no tiene nada. Así que tenía razón. Hay gente mucho

más interesante que yo en Carolina para elegir, de modo que todo esto se queda

en nada.

—De todos modos te agradezco que lo hicieras. Significa mucho para mí —

dijo, sin apartar su mirada. Ni siquiera se había molestado en echar un vistazo a

la casa del árbol. Se me comía con los ojos, como siempre.

—Bueno, lo mejor es que, como mi madre no tenía ni idea de que ya te lo

había prometido a ti, me sobornó para que firmara.

No pude contener una sonrisa. Aquella semana, las familias y a habían

empezado a celebrar fiestas en honor de sus hijas, convencidas de que la suya

sería la elegida para la Selección. Había cantado en nada menos que siete

celebraciones. Incluso una noche había actuado un par de veces. Y mamá había

cumplido con su palabra. Tener dinero propio era una sensación liberadora.

—¿Te sobornó? ¿Con qué? —preguntó Aspen, con el rostro iluminado.

—Con dinero, por supuesto. ¡Mira, te he preparado un festín!

Me separé de él y empecé a sacar platos. Había preparado cena de más con

la intención de que sobrara para él, y llevaba días horneando pastitas. De todos

modos, May y yo sufríamos de una terrible adicción a los dulces, así que ella

estaba encantada de que y o me dedicara a gastar mi dinero en eso.

—¿Qué es todo esto?

—Comida. La he hecho y o misma —dije, henchida de orgullo.

Por fin, aquella misma noche, Aspen podría irse a la cama con el estómago

lleno. Pero su sonrisa se desvaneció al ir descubriendo un plato tras otro.

—Aspen, ¿pasa algo?

—Esto no está bien —sacudió la cabeza y apartó la mirada de la comida.

—¿Qué quieres decir?

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