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en la comida que en las palabras de Maxon. Lamentaba que mi familia fuera a
recibir menos dinero, pero seguirían cobrando algo. Intenté concentrarme en la
cena, pero sobre todo me preguntaba qué significaba aquello, y no era la única.
Los murmullos se extendieron por la sala.
—¿De qué creéis que se trata? —preguntó Tiny en voz baja.
—A lo mejor es una prueba —propuso Kriss—. Apuesto a que habrá alguna
que está aquí únicamente por el dinero.
Mientras la escuchaba, vi que Fiona le daba un codazo a Olivia y me señalaba
con un gesto de la cabeza. Me giré para que no supiera que me había dado
cuenta.
Las chicas fueron planteando sus teorías, y y o me quedé mirando a Maxon.
Intenté captar su atención para poder tirarme de la oreja, pero él no miró en mi
dirección.
Mary y yo estábamos solas en mi habitación. Aquella noche me enfrentaría a
Gavril (y al resto de la nación) en el Illéa Capital Report. Por no mencionar que
las otras chicas estarían ahí todo el rato, observándose unas a otras y criticando
en silencio. Decir que estaba nerviosa sería quedarse muy corta. Hacía gestos
con las manos mientras Mary me hacía una lista de preguntas posibles, cosas que
consideraba que querría saber el público en general.
¿Me gustaba el palacio? ¿Qué era lo más romántico que había hecho Maxon
por mí? ¿Echaba de menos a mi familia? ¿Había besado y a a Maxon?
Cuando Mary formuló aquella pregunta, me la quedé mirando. Yo había ido
buscando respuestas a las preguntas, intentando no pensar demasiado. Pero era
evidente que aquella pregunta nacía de su curiosidad. La sonrisa que tenía en la
cara la delataba.
—¡No! ¡Por Dios! —Intenté parecer enfadada, pero era algo demasiado
ridículo como para enojarse. Acabé riéndome. Y Mary también soltó una risita
nerviosa—. Venga, déjalo… ¿Por qué no te pones a limpiar algo?
Entonces soltó una carcajada, y, antes de que pudiera decirle que parara,
Anne y Lucy aparecieron en la puerta con una bolsa de la sastrería.
Lucy parecía más nerviosa de lo que la había visto en el momento de mi
llegada, el primer día, y Anne lucía una sonrisa taimada, como si escondiera
algo.
—¿Y eso? —pregunté, en cuanto Lucy se situó delante de mí y me hizo una
ostentosa reverencia.
—Hemos acabado su vestido para el Report, señorita —respondió.
Fruncí el ceño.
—¿Uno nuevo? ¿Por qué no el azul del armario? ¿No lo habíais terminado
hace poco? A mí me encanta.
Las tres se miraron entre sí.