Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
abierto un camino con una alfombra dorada flanqueada de postes y una cuerda a
juego. Por la alfombra, a intervalos regulares, había guardias que echaban
nerviosas miradas a su alrededor, preparados para golpear al primer indicio de
peligro. ¿Es que no tenían cosas más importantes que hacer?
Por fortuna, Celeste iba por delante y se puso a saludar. Enseguida supe que
aquella era la respuesta correcta, no la de encogerse. Y como las cámaras
estaban ahí para captar todos nuestros movimientos, agradecí doblemente no ir
en primera fila del grupo.
La multitud estaba extasiada. Aquella sería la gente que tendríamos más
cerca, y todos estaban impacientes por ver a las chicas que llegaban a la ciudad.
Una de nosotras sería algún día su reina.
Me giré una docena de veces en cuestión de segundos al oír mi nombre por
toda la terminal. También había carteles con mi nombre. Estaba atónita. Allí ya
había gente —gente que no era ni de mi casta ni de mi provincia— que esperaba
que fuera yo la escogida. Sentí una punzada de culpabilidad en el estómago al
pensar en la decepción que les causaría.
Bajé la cabeza un momento y vi a una niña apretujada contra la barrera. No
podía tener más de doce años. En las manos llevaba un cartel que decía: « ¡Las
pelirrojas molan!» . Yo sabía que era la única pelirroja de la competición, y
observé que tenía el pelo casi del mismo tono que el mío.
La niña quería un autógrafo. A su lado, alguien pedía una fotografía, y más
allá alguien deseaba darme la mano, y así fue todo el camino; también tuve que
girarme un par de veces para hablar con la gente al otro lado de la alfombra.
Fui la última en salir, y las otras chicas tuvieron que esperarme al menos
veinte minutos. Sinceramente, es probable que me hubiera entretenido aún más si
no fuera porque estaba a punto de llegar el siguiente avión con chicas
seleccionadas, y me pareció de mala educación quitarles protagonismo.
Al subir al coche vi la cara de hastío de Celeste, pero no me importó. Aún
estaba impresionada de ver lo rápido que me había adaptado a algo que tanto me
asustaba solo un momento antes. Había superado las despedidas, había conocido
a las primeras chicas, había tomado mi primer vuelo y me había relacionado con
las fans. Y todo sin hacer nada que me dejara en mal lugar.
Pensé en las cámaras que me seguían por la terminal y me imaginé a mi
familia viendo por televisión mi llegada. Esperaba que estuvieran orgullosos de
mí.