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un tonto, porque no tengo su experiencia.
» Y cuando hago algo diferente de cómo lo haría él, algo que parece
inevitable, él me corrige. Y todo eso con la mente puesta en vosotras, que sois lo
único en lo que puedo pensar: ¡me tenéis emocionado pero a la vez aterrado!
Movía las manos al hablar, más que nunca, agitándolas y pasándoselas por el
pelo.
—¿Y tú crees que mi vida no está cambiando? ¿Qué oportunidades crees que
tengo de encontrar a mi alma gemela entre vuestro grupo? Tendré suerte si
encuentro a alguien capaz de soportarme toda la vida. ¿Y si es una de las que y a
he enviado a casa pensando que debía de haber una química que no sentía? ¿Y si
resulta que la elegida me deja a la primera adversidad? ¿Y si no aparece la
persona ideal? ¿Qué hago entonces, America?
Había empezado a hablar con rabia y con pasión, pero al final sus preguntas
habían perdido toda su retórica. En realidad lo que quería saber era una sola cosa:
¿qué iba a hacer si entre las chicas no había ninguna que pudiera llegar a
despertar en él, aunque solo fuera, el amor más pequeño? Aunque parecía que su
principal preocupación no era esa; lo que más le preocupaba era que ninguna
pudiera llegar a quererle.
—En realidad, Maxon, creo que sí encontrarás aquí a tu alma gemela. De
verdad.
—¿De verdad? —En contra de lo que pensaba, reaccionó con cierta
esperanza.
—Seguro —le puse una mano en el hombro. Daba la impresión de que aquel
simple contacto le reconfortaba. Me pregunté cuántas veces habría sentido ese
simple contacto humano—. Si tu vida es tan caótica como dices, tendrá que estar
en algún sitio. Por lo que yo sé, el amor verdadero suele aparecer siempre donde
menos te lo esperas —dije, esbozando una sonrisa.
Aquellas palabras parecieron tener un efecto positivo en él, y a mí también
me consolaban. Porque creía en lo que decía. Y si no podía encontrar el amor, lo
mejor que podía hacer era ayudar a Maxon a encontrar el suy o.
—Espero que te vaya bien con Marlee. Es encantadora.
Maxon hizo una mueca rara.
—Sí, lo parece.
—¿Cómo? ¿Tiene algo de malo ser encantadora?
—No, no. Está bien —dijo, sin ir más allá—. ¿Qué es lo que andas buscando?
—me preguntó de pronto.
—¿Cómo?
—Da la impresión de que no puedes mantener la mirada fija en un punto. Me
escuchas, pero parece como si estuvieras buscando algo.
Me di cuenta de que tenía razón. Todo el tiempo que había durado su
exposición, había estado escrutando el jardín y las ventanas, e incluso las torretas