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Estudios Sociales “la Caixa”

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cualificación, de su capital humano, de su capacidad de obtener, manejar e interpretar<br />

la información, de emplear y adquirir el conocimiento. Por supuesto<br />

que estas capacidades están a su vez influidas por otros factores más viejos y<br />

quizá menos atractivos, como la propiedad, los ingresos, el género, la raza,<br />

la constitución física, la nacionalidad, etcétera. Pero la noticia, buena o mala<br />

y seguramente las dos cosas, es que las estrategias individuales, familiares y<br />

grupales de movilidad y de reproducción social dependen cada vez más de la<br />

educación. La creciente importancia económica de la información y el conocimiento<br />

se manifiesta en la distancia, cada vez mayor, entre el valor contable<br />

y el valor de mercado de las empresas (Edvinson y Malone, 1997; Roos, Dragonetti<br />

y Edvinson, 2001), en el aumento del diferencial de ingresos asociado<br />

a las diferencias de nivel educativo (San Segundo, 1997; Baum y Payea, 2005)<br />

y en la renovada importancia que los poderes públicos conceden al sistema<br />

educativo.<br />

Se ha abierto una brecha entre el trabajo cualificado y el no cualificado. Esto<br />

es lo característico de la tercera gran revolución industrial, cuyo motor es la<br />

utilización de la información y el conocimiento a gran escala dentro del sistema<br />

económico, como lo fue para la primera –el surgimiento de la fábrica– la<br />

nueva escala de los medios de producción y, para la segunda –el taylorismo,<br />

el fordismo y el estajanovismo–, la organización del trabajo. Y así como la<br />

primera provocó una gran y nueva división social en torno a la propiedad, y<br />

la segunda en torno a la autoridad, esta tercera lo está haciendo en torno a la<br />

cualificación (Fernández Enguita, 2000). El acceso y la capacidad de utilizar e<br />

intercambiar información y conocimiento divide de nuevo a los poseedores y<br />

los no poseedores que, en este caso, no necesitan ser desposeídos, pues el conocimiento<br />

no se posee como legado de la naturaleza, como el trabajo, ni de la<br />

historia, como en su día la tierra; es más, ni siquiera tenemos por el momento<br />

una terminología compartida para referirnos a ellos, de ahí que hablemos<br />

indistintamente de trabajadores cualificados y no cualificados, profesionales<br />

y legos, analistas simbólicos y ordinarios (Reich, 1991), inforricos e infopobres<br />

(Haywood, 1995), autoprogramables y genéricos (Castells y Esping-<br />

Andersen, 1999).<br />

Esta fractura se agrava porque ya no se circunscribe a un marco nacional, en<br />

el que las políticas públicas puedan, primero, cualificar a los futuros trabajadores<br />

para equipar al trabajo como trabajo cualificado de un modo relativamente<br />

EL PROBLEMA DEL FRACASO Y EL ABANDONO ESCOLAR 15

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