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Estudios Sociales “la Caixa”

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que algunas soluciones prometidas no parecen serlo y algunos problemas casi<br />

unánimemente apuntados podrían estar mal formulados por basarse en supuestos<br />

erróneos.<br />

La solución de dudoso funcionamiento a que nos referimos es el paquete formado<br />

por la orientación y la diversificación. Esta última, la diversificación,<br />

se ha convertido ya casi en mantra de nuestra política educativa, dado el propósito<br />

dominante de llegar a resultados iguales o similares desde puntos de<br />

partida distintos; mientras que la primera, la orientación –quizá la medida más<br />

destacable de los noventa–, sería la condición previa de su adecuado tratamiento.<br />

Sin embargo lo que encontramos es, primero, que los alumnos objeto<br />

de medidas de diversificación siguen teniendo grandes probabilidades de fracasar.<br />

Esto puede significar que el diagnóstico es bueno pero el tratamiento<br />

es menos bueno, lo cual salvaría a los orientadores pero no a los profesores.<br />

O puede significar que el diagnóstico es una profecía que se da cumplimiento<br />

a sí misma, una mera forma de etiquetado que desencadena unos efectos no<br />

deseados en vez de prevenirlos; una forma de práctica clínica dañina. O bien<br />

que estamos ante un diagnóstico puramente superfluo, que nos dice que van<br />

a fracasar los que van a fracasar, sencillamente, porque mide lo mismo que<br />

cualquier otra evaluación escolar, una sospecha que se ha cernido siempre<br />

sobre los tests de inteligencia y otros instrumentos psicopedagógicos.<br />

Lo segundo que encontramos, siempre relacionado con la orientación, es la<br />

claramente mayoritaria inclinación de los adolescentes a cursar, después de<br />

la ESO, el bachillerato: tres cuartos de los alumnos que continúan, frente al<br />

cuarto restante que opta por los ciclos formativos de grado medio. En cualquier<br />

caso, consideramos excesivo el número de alumnos que va al bachillerato;<br />

ello muestra además el desdén que existe por los estudios profesionales<br />

de larga tradición, propio tal vez de un país de hidalgos, pero no de nuestra<br />

estructura ocupacional. Si miramos las trayectorias posteriores, la ETEFIL<br />

nos hace saber que de cada 100 alumnos que terminaron la ESO en 2001, en<br />

el lapso de cuatro años, 73 entraron en bachillerato, pero de éstos, 44 llegaron<br />

a la universidad y 12 a los CFGS, mientras que de los 18 restantes, 3 fueron<br />

luego a los CFGM que habían desestimado inicialmente, 3 no terminaron el<br />

bachillerato y 12 no prosiguieron estudios después del mismo. De nuevo, no<br />

ha funcionado la orientación, dadas la descompensación a favor de los estudios<br />

de corte académico y la cantidad de gente que los sigue para, una vez ter-<br />

LAS DIFICULTADES DE LA INSTITUCIÓN ESCOLAR EN SU EDAD TARDÍA 185

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