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AL OTRO LADO DEL ESPEJO - José María Álvarez

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<strong>AL</strong> <strong>OTRO</strong> <strong>LADO</strong> <strong>DEL</strong> <strong>ESPEJO</strong>. JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ<br />

se puede entender la historia sin visitar Delfos, sin sentirse uno<br />

«ungido» en Delfos. Entonces puede uno ver todo con mucha<br />

claridad. También recorrimos Macedonia, los campos en los que<br />

creció Alejandro, Es una tierra a la cual se debe volver siempre<br />

que se pueda. Quiero regresar dentro de poco, con mis hijos,<br />

enseñarles aquello. Y después llevarlos a Istanbul.<br />

Cada día está usted más enamorado de Estambul.<br />

¿Cómo no estarlo? Es como una mujer que cada día fuera<br />

más bella, más sabía, más puta. Istanbul es una mujer, una<br />

cortesana fascinante. Una puta de oro. Y lo fascina a uno desde<br />

el primer momento y para siempre. Yo recuerdo la primera vez<br />

que contemplé Istanbul. Venía deshecho... veníamos, porque<br />

íbamos juntos Eduardo Chamorro y yo. Veníamos de Budapest,<br />

donde habíamos estado en una fiesta de esas que duran días.<br />

Alguna vez tengo que hablarle de eso...<br />

¿Por qué no ahora?<br />

No, no. Estamos hablando de Istanbul. ¿Qué le estaba diciendo?<br />

Ah, sí. Pues llegamos a Istanbul destrozados, sin dormir<br />

apenas en varios días, y con una resaca descomunal. Bien. Llegamos<br />

a Istanbul. Era media tarde. Tomamos un taxi en el aeropuerto,<br />

uno de esos desvencijados taxis turcos, Y nos encaminamos<br />

a la ciudad. Conforme íbamos acercándonos, empezando<br />

a oler la ciudad, poco a poco fuimos llenándonos de vida,<br />

abandonándonos a ella. Siempre se debe llegar a Istanbul al atardecer.<br />

Entrar en la ciudad cuando el sol dora las cúpulas y la<br />

ciudad es como una joya suspendida en polvo de oro. Aquella<br />

noche, ya con mucho alcohol encima, subimos a la Torre de<br />

Gálata, y nos asomamos al balconcito. Y allí sucedió todo. La<br />

mujer más bella del mundo se desnudaba con toda la sabiduría<br />

ante nosotros. Allí estaba el Puente de Gálata, y la vieja ciudad,<br />

el asombro infinito ante el esplendor de la Sûleymaniye, la Yeni<br />

Camii, Santa Sofía, la Mezquita Azul, la de Beyazit, la de Rûstem<br />

Paça... Absolutamente entregados, fuimos dando la vuelta por<br />

el balconcito. Un hombre no debe pedir más. En la lejanía vi las

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