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AL OTRO LADO DEL ESPEJO - José María Álvarez

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<strong>AL</strong> <strong>OTRO</strong> <strong>LADO</strong> <strong>DEL</strong> <strong>ESPEJO</strong>. JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ<br />

Menos mal que conseguí arrastrar a Chamorro fuera de aquel<br />

maldito lugar y esconderlo antes de que llegase la patrulla.<br />

Oliver Reed llegó el primero a aquella memorable reunión, absolutamente<br />

borracho y, tambaleante, con un enorme ramo de<br />

rosas rojas que repartió entre las chicas, mientras nosotros le<br />

echábamos los tejos a una gentil camarera que se parecía a<br />

Twiggy y a la que se le transparentaban las braguitas. Después<br />

llegó radiante y diminuta, Rachel Welch. <strong>José</strong> <strong>María</strong> y yo nos<br />

enseñamos los dientes como cuenta Edgar Rice Borroughs que<br />

hacían entre sí los tarmanganis, y nos lanzamos a por aquella<br />

pieza tan suculenta. Rachel bailó conmigo una música y hubiera<br />

bailado otra de no ser porque <strong>José</strong> <strong>María</strong> me clavó el codo<br />

en los riñones según le servía yo una copa. Me quedé doblado<br />

por el impacto y boqueando para recuperar el aliento, mientras<br />

el desalmado se la llevaba hacia el centro de la pista entre los<br />

brazos146.<br />

Volvamos a Grecia, a estos últimos viajes. ¿Qué le atraía<br />

en Bulgaria?<br />

No, Bulgaria no me llamaba. Quería ver los antiguos santuarios<br />

en las montañas. Pero en realidad fue un viaje de paso hacia<br />

Grecia. El verdadero motivo era Grecia.<br />

Lo que es curioso es que usted que tanto ama ese tipo<br />

de ciudades, como Estambul, y ese tipo de vida, no ame<br />

igual a Alejandría, la ciudad de Durrell.<br />

No, no es que yo no ame Alejandría. Es que Alejandría no<br />

es la ciudad que usted ve en las páginas de Durrell. O al menos,<br />

ya no lo es. Lo que Durrell cuenta está ahora, en cambio,<br />

en Tánger. Además con Alejandría hay un problema, el handicap<br />

de su pasado. Uno piensa en lo que fue bajo los Ptolomeos,<br />

aquel emporio de riqueza y cultura. Uno lleva en la cabeza toda<br />

la historia, y entonces sufre una decepción. Al contrario que con<br />

Istanbul. Piense usted que ya con el segundo Ptolomeo la Biblioteca<br />

tenía 600.000 volúmenes. Y bajo su padre, Ptolomeo<br />

Soter, la avenida central de la ciudad tenía una longitud de más<br />

146 Testimonio de Eduardo Chamorro.

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