Nuevo Testamento - iglesia bautista getsemani de montreal

2:2 Se hace aquí una especial mención de los reyes y todos los que están en
eminencia. Estos deben ocupar un importante puesto en nuestras oraciones. En otros
lugares, Pablo nos recuerda que las autoridades que existen están dispuestas por Dios (Ro.
13:1), y que son ministros de Dios a nosotros para bien (Ro. 13:4).
Este versículo adquiere un tinte especial cuando recordamos que fue escrito en los días
de Nerón. La terrible persecución que este malvado gobernante infligía a los cristianos no
invalidaba el hecho de que los cristianos debían orar por sus gobernantes. El NT enseña que
el cristiano ha de ser leal al gobierno bajo el que vive, excepto cuando este gobierno le
ordena que desobedezca a Dios. En tal caso, su primera responsabilidad es para con Dios.
Los cristianos no deberían participar en revolución ni en violencia contra el gobierno.
Puede sencillamente rehusar obedecer cualquier orden que sea contraria a la palabra de
Dios y luego aceptar el castigo con tranquilidad y sin rebelarse.
La razón que da el apóstol para orar por los gobernantes es que podamos vivir una
vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Es para nuestro bien que el
gobierno ha de ser estable y que el país sea preservado de revoluciones, guerras civiles,
perturbaciones y anarquía.
2:3 Que debemos orar por todos los hombres, incluyendo reyes y los que están en
eminencia, es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador. El título que Pablo
da a Dios aquí es significativo. El deseo de Dios es la salvación de todos los hombres. Por
ello, orar por todos los hombres es promover la voluntad de Dios a este respecto.
2:4 Esto explica más lo que hemos ya visto en el versículo 3. Dios quiere que todos los
hombres sean salvos (Ez. 33:11; Jn. 3:16; 2 P. 3:9). Por ello, deberíamos orar por todos
los hombres en todo lugar.
Este versículo expone claramente los aspectos divino y humano de la salvación. La
primera mitad de este versículo indica que los hombres necesitan ser salvos. El verbo aquí
es pasivo; el hombre no puede salvarse a sí mismo, sino que ha de ser salvo por acción de
Dios. Esta es la parte divina de la salvación.
Para ser salvo, el hombre ha de venir al conocimiento de la verdad. Dios no salva a los
hombres contra la voluntad de ellos. No puebla el cielo de súbditos rebeldes. El hombre ha
de acudir a Aquel que dijo: «Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida». Ésta es la parte del
hombre.
A partir de esto debe quedar claro que este versículo no enseña una salvación universal.
Aunque Dios desea que todos los hombres sean salvos, sin embargo no todos lo serán. No
fue inicialmente la voluntad de Dios que los hijos de Israel andasen errantes durante treinta
y ocho años por el des ierto; pero así sucedió. Lo permitió, pero no er a el camino de
bendición que había planeado para ellos.
2:5 La relación de este versículo con lo que le precede no es totalmente clara. Sin
embargo, el pensamiento parece ser éste: Dios es uno; por ello, Él es el Dios de todos los
hombres, y se debería orar a Él en favor de todos los hombres. Como el Dios único, desea
la salvación de todos los hombres. Si fuese uno de muchos dioses, podría preocuparse sólo
de Sus propios adoradores.
En segundo lugar, hay Uno que es Mediador entre Dios y los hombres. Siendo así,
nadie puede acudir a Dios de ninguna otra manera. Un mediador es uno que está en medio,
uno que puede estar entre otros dos y comunicarse con ambos. Por medio de Cristo, Él
mismo Hombre, Dios está capacitado para acercarse a los hombres con perdón de pecados.
De esta manera, todo pobre pecador puede acercarse a Él, y no será en absoluto rechazado.