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Nuevo Testamento - iglesia bautista getsemani de montreal

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20:20–21 Pablo no se había retraído <strong>de</strong> anunciar nada que fuese útil para el bien<br />

espiritual <strong>de</strong> los efesios. Los había enseñado públicamente y por las casas, constreñido<br />

por su amor a Cristo. Para él no se trataba <strong>de</strong> celebrar reuniones a intervalos regulares, sino<br />

<strong>de</strong> aprovechar cada oportunidad para alentar al crecimiento entre los creyentes. Sin<br />

discriminación acerca <strong>de</strong> nacionalidad o trasfondo religioso, predicó la necesidad <strong>de</strong>l<br />

arrepentimiento para con Dios, y <strong>de</strong> la fe en nuestro Señor Jesucristo. Estos son dos<br />

aspectos fundamentales <strong>de</strong>l evangelio. En cada caso genuino <strong>de</strong> conversión hay<br />

arrepentimiento y fe. Son las dos caras <strong>de</strong> la moneda <strong>de</strong>l evangelio. Si una persona no está<br />

arrepentida, la fe salvadora será imposible. Por otra parte, el arrepentimiento no serviría<br />

<strong>de</strong> nada excepto que fuese seguido <strong>de</strong> fe en el Hijo <strong>de</strong> Dios. El arrepentimiento es un<br />

cambio radical <strong>de</strong> actitud en el que el pecador reconoce su condición <strong>de</strong> perdido y se inclina<br />

ante el juicio <strong>de</strong> Dios respecto a su culpa. La fe es la entrega <strong>de</strong> uno a Jesucristo como<br />

Señor y Salvador.<br />

En muchos pasajes <strong>de</strong>l NT se <strong>de</strong>clara la fe sola como la condición <strong>de</strong> la salvación. Sin<br />

embargo, la fe presupone arrepentimiento. ¿Cómo podría nadie verda<strong>de</strong>ramente aceptar a<br />

Jesucristo como Salvador si no diese cuenta <strong>de</strong> que necesita un Salvador? Esta conciencia,<br />

a la que se llega por el ministerio <strong>de</strong> convicción <strong>de</strong>l Espíritu Santo, es el arrepentimiento.<br />

20:22–23 Habiendo pasado revista a su pasada conducta entre los efesios, el apóstol<br />

mira ahora a<strong>de</strong>lante a los pa<strong>de</strong>cimientos que le esperaban. Iba apremiado en su espíritu a<br />

Jerusalén (V.M.). Era un apremio interno, que aparentemente no podía quitarse <strong>de</strong> encima.<br />

Aunque no sabía exactamente qué suce<strong>de</strong>ría en Jerusalén, sí sabía que le esperaban<br />

ca<strong>de</strong>nas y tribulaciones como parte regular <strong>de</strong> su vida. El Espíritu Santo había estado<br />

dándole a conocer este hecho por todas las ciuda<strong>de</strong>s, quizá por medio <strong>de</strong>l ministerio <strong>de</strong><br />

profetas, o quizá por la misteriosa comunicación interior <strong>de</strong> la inteligencia divina.<br />

20:24 Mientras el apóstol pon<strong>de</strong>raba la perspectiva que tenía en su mente, no pensaba<br />

que <strong>de</strong>bía tener su vida en gran consi<strong>de</strong>ración. Su ambición era obe<strong>de</strong>cer a Dios y<br />

agradarle. Si por ello era llamado a ofrecer su vida, estaba dispuesto a hacerlo. Ningún<br />

sacrificio que pudiese hacer por Aquel que murió por él sería nunca <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>.<br />

Todo lo que importaba era acabar su carrera y el ministerio que había recibido <strong>de</strong>l Señor<br />

Jesús, para dar solemne testimonio <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong> la gracia <strong>de</strong> Dios. Ningún título<br />

podría expresar mejor las buenas nuevas que Pablo predicaba —el evangelio <strong>de</strong> la gracia<br />

<strong>de</strong> Dios—. Es un entusiasmante mensaje <strong>de</strong>l favor inmerecido <strong>de</strong> Dios para con los<br />

culpables e impíos pecadores que nada merecen sino el infierno eterno. Cuenta cómo el<br />

amado Hijo <strong>de</strong> Dios llegó <strong>de</strong> la más alta gloria <strong>de</strong>l cielo para sufrir, <strong>de</strong>rramar Su sangre y<br />

morir en el Calvario, para que todos los que creen en Él reciban el perdón <strong>de</strong> pecados y la<br />

vida eterna.<br />

20:25–27 Pablo estaba seguro <strong>de</strong> que nunca volvería a ver a sus amados hermanos <strong>de</strong><br />

Éfeso, pero su conciencia estaba limpia al <strong>de</strong>jarlos, porque sabía que no había rehuido<br />

anunciarles todo el consejo <strong>de</strong> Dios. Les había instruido no sólo en las verda<strong>de</strong>s<br />

fundamentales <strong>de</strong>l evangelio, sino también en todas las verda<strong>de</strong>s vitales para la vida <strong>de</strong> la<br />

piedad.<br />

20:28 Por cuanto nunca más los vería en la tierra, entregó un solemne encargo a los<br />

ancianos <strong>de</strong> que ante todo <strong>de</strong>bían mirar por su propia condición espiritual. Si no vivían en<br />

comunión con el Señor, no podían esperar ser guías espirituales en la <strong>iglesia</strong>.<br />

Su función como ancianos era mirar por todo el rebaño en que el Espíritu Santo los<br />

había puesto por supervisores. Como ya hemos mencionado, los supervisores en el NT<br />

son también llamados obispos, ancianos y presbíteros. Este versículo enfatiza que los

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