Nuevo Testamento - iglesia bautista getsemani de montreal

Pero parece claro, por el resto del pasaje, que están pensando en el juicio final de Dios
sobre la tierra, o en lo que comúnmente se conoce como el fin del mundo. Piensan en la
ardiente destrucción de los cielos y de la tierra al final del Milenio.
Lo que realmente están diciendo es esto: «Vosotros los cristianos nos habéis estado
amenazando con advertencias acerca de un terrible juicio sobre el mundo. Nos decís que
Dios va a intervenir en la historia, que va a castigar a los malvados y que destruirá la tierra.
Todo esto es un montón de sandeces. Nada tenemos que temer. Podemos vivir como mejor
nos plazca. No hay evidencia de que Dios haya intervenido jamás en la historia; ¿por qué
hemos de creer que vaya a hacerlo en el futuro?».
Su conclusión se basa en la descuidada hipótesis de que «desde el día en que los
padres durmieron, todas las cosas permanecen como estaban desde el principio de la
creación». Dicen que la naturaleza sigue invariablemente las leyes naturaleza, que no hay
intervenciones sobrenaturales, y que hay una explicación natural para todas las cosas.
Creen en el principio de la uniformidad. Este principio enuncia que los procesos
existentes en la naturaleza han actuado siempre de la misma manera y esencialmente en la
misma intensidad que en el presente, y que esos procesos son suficientes para dar cuenta de
todos los cambios que han tenido lugar. Hay un vínculo vital entre el principio de la
uniformidad y las teorías tradicionales de evolución. La teoría del desarrollo progresivo de
organismos vivientes a partir de tipos preexistentes depende de la suposición de que las
condiciones han sido más bien uniformes. Si esta tierra ha sido desgarrada por cataclismos
y catástrofes, entonces algunas de las presuposiciones del evolucionismo darwinista quedan
afectadas.
3:5 Los burladores ignoran deliberadamente una realidad: el Diluvio. Dios sí intervino
en una ocasión en los asuntos de los hombres, y el propósito específico de aquella
intervención fue castigar la maldad. Si sucedió una vez, también puede suceder otra.
Es una acusación tajante contra estos hombres que en realidad ignoran
voluntariamente. Se enorgullecen de tener conocimiento. Pretenden ser objetivos en su
razonamiento. Se jactan de adherirse a los principios de la investigación científica. Pero la
realidad es que ignoran deliberadamente un hecho bien atestiguado de la historia: el
Diluvio. ¡Tendrían que estudiar a fondo la geología!
Éstos ignoran voluntariamente que desde los tiempos antiguos existían por la
palabra de Dios los cielos, y también la tierra, surgida del agua y asentada en medio
de las aguas, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua. Los cielos y la
tierra fueron formados por la palabra de Dios; Él habló, y vinieron a ser (He. 11:3). La
tierra fue formada, dice Pedro, surgida del agua y asentada en medio de las aguas.
Confesamos que en esta declaración hay profundidades que no podemos comprender de
manera plena. Sí sabemos por Génesis 1:2 que la superficie de la tierra estuvo en el pasado
cubierta de agua. Luego leemos, en el versículo 6, que Dios hizo un firmamento o
expansión para separar el agua sobre la tierra de la niebla o cubierta de nubes por encima de
la tierra. Suponemos por esto que la tierra había estado cubierta de una espesa niebla de
agua en la que la vida no se habría podido sostener. El firmamento proveyó la clara
atmósfera en la que podemos respirar. En Génesis 1:9, los continentes fueron separados de
los océanos; esto puede ser lo que se comunica con la expresión la tierra, surgida del
agua (véase también Sal. 24:2).
Sean cuales sean las implicaciones científicas de la declaración de Pedro, sí sabemos
que la tierra es un mundo acuoso y cubierto de nubes. Tres cuartas partes de su superficie