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Nuevo Testamento - iglesia bautista getsemani de montreal

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Primero <strong>de</strong>bían pasar un tiempo <strong>de</strong> instrucción —<strong>de</strong> preparación en privado antes <strong>de</strong><br />

predicar en público—. Aquí tenemos un principio básico <strong>de</strong>l servicio. Hemos <strong>de</strong> pasar<br />

tiempo con Él antes <strong>de</strong> salir como representantes <strong>de</strong> Dios.<br />

Segundo, fueron enviados a predicar. La proclamación <strong>de</strong> la Palabra <strong>de</strong> Dios, su<br />

método básico <strong>de</strong> evangelismo, ha <strong>de</strong> ser siempre lo central. No se <strong>de</strong>be permitir que nada<br />

que<strong>de</strong> subordinado a ello.<br />

Finalmente, recibieron po<strong>de</strong>r sobrenatural. El acto <strong>de</strong> expulsar <strong>de</strong>monios daría<br />

testimonio ante los hombres <strong>de</strong> que Dios estaba hablando por medio <strong>de</strong> los apóstoles. La<br />

Biblia no había sido aún completada. Los milagros eran las cre<strong>de</strong>nciales <strong>de</strong> los mensajeros<br />

<strong>de</strong> Dios. En la actualidad, los hombres tienen acceso a la Palabra <strong>de</strong> Dios completa; son<br />

responsables <strong>de</strong> creerla sin la prueba <strong>de</strong> milagros.<br />

3:19 El nombre <strong>de</strong> Judas Iscariote <strong>de</strong>staca entre los apóstoles. Hay un misterio<br />

conectado con aquel que fue escogido como apóstol y que resultó ser entregador <strong>de</strong> nuestro<br />

Señor. Uno <strong>de</strong> los mayores dolores en el servicio cristiano es ver a alguien que era brillante,<br />

ferviente y aparentemente <strong>de</strong>voto, darle la espalda <strong>de</strong>spués al Salvador y volver al mundo<br />

que le ha crucificado.<br />

Once <strong>de</strong> ellos resultaron fieles al Señor, y por medio <strong>de</strong> ellos volvió el mundo <strong>de</strong>l revés.<br />

Se reprodujeron en círculos <strong>de</strong> proyección cada vez más amplios, y, en un sentido, nosotros<br />

somos en la actualidad el fruto continuado <strong>de</strong>l servicio <strong>de</strong> ellos. No hay manera <strong>de</strong> calcular<br />

el alcance que pueda tener nuestra influencia por Cristo.<br />

B. El Pecado Imperdonable (3:20–30)<br />

3:20–21 Jesús se volvió <strong>de</strong>l monte don<strong>de</strong> había llamado a Sus discípulos a un hogar <strong>de</strong><br />

Galilea. Se reunió tal multitud que Él y Sus apóstoles estaban <strong>de</strong>masiado ocupados para<br />

po<strong>de</strong>r comer. Al oír <strong>de</strong> Sus activida<strong>de</strong>s, sus parientes pensaron que estaba fuera <strong>de</strong> sí, y<br />

trataron <strong>de</strong> llevárselo. Indudablemente se sentían apurados por el celo <strong>de</strong> este fanático<br />

religioso <strong>de</strong> la familia.<br />

Comenta J. R. Miller:<br />

Sólo podían explicar Su invencible celo con el argumento <strong>de</strong> que estaba fuera <strong>de</strong> Sus<br />

cabales. Oímos mucha <strong>de</strong> esta manera <strong>de</strong> hablar en nuestros tiempos cuando algún<br />

consagrado seguidor <strong>de</strong> Cristo se olvida totalmente <strong>de</strong>l yo por amor a su Maestro. La gente<br />

dice: «¡Se habrá vuelto loco!». Creen que está loco todo aquel cuya religión se encien<strong>de</strong> en<br />

una especie <strong>de</strong> fervor no usual, o que se vuelve más fervoroso que el cristiano promedio en<br />

la obra para el Señor.<br />

Pues es una buena especie <strong>de</strong> locura. Es triste que sea tan infrecuente. Si hubiese más <strong>de</strong><br />

ello, no habría tantas almas perdidas muriendo a la misma sombra <strong>de</strong> nuestras <strong>iglesia</strong>s; no<br />

sería tan difícil conseguir misioneros y dinero para enviar el evangelio a los continentes<br />

entenebrecidos; no habría tantos bancos vacíos en nuestras <strong>iglesia</strong>s, ni tantas largas pausas<br />

en nuestras reuniones <strong>de</strong> oración; tan pocos para enseñar en nuestras Escuelas Dominicales.<br />

Sería algo glorioso si todos los cristianos estuviesen fuera <strong>de</strong> sí como lo estaba el Maestro,<br />

o como Pablo. Es una locura mucho peor aquella que en este mundo nunca piensa en el<br />

otro; que, moviéndose continuamente entre hombres perdidos, nunca los compa<strong>de</strong>ce, ni<br />

hace ningún esfuerzo por salvarlos. Es fácil mantener una cabeza fría y un corazón más<br />

frío, y no preocuparnos por almas que están pereciendo; pero somos los guardianes <strong>de</strong>

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