Nuevo Testamento - iglesia bautista getsemani de montreal

estaba en el púlpito, la gente deseaba que nunca lo dejase. Cuando estaba fuera del púlpito,
deseaban que nunca dejase su vida cotidiana!».
1:2 La comisión de Pablo en relación con el evangelio tiene un tercer gran énfasis. No
sólo estaba concernido con (1) el evangelismo —impulsando la fe de los escogidos de Dios,
tiempo pasado—, y (2) la educación —la potenciación de su conocimiento de la verdad,
tiempo presente—, sino también con (3) la expectativa —con esperanza de vida eterna,
tiempo futuro.
El Nueov Testamento se refiere a la vida eterna como a la vez una posesión presente y
una esperanza futura. La palabra esperanza no implica incertidumbre. En el momento en
que confiamos en Cristo como Salvador tenemos vida eterna como posesión presente (Jn.
5:24) y venimos a ser herederos de todos los beneficios de Su obra redentora, pero no
experimentaremos el goce práctico de todos ellos hasta que lleguemos a nuestro eterno
hogar. Nosotros tenemos esperanza en el sentido de que estamos esperando la vida eterna
en su forma final cuando recibiremos nuestros cuerpos glorificados y quedaremos para
siempre libres de pecado, enfermedad, dolor, sufrimiento y muerte (Fil. 3:20, 21; Tit. 3:7).
La esperanza es cierta porque Dios la prometió. Nada es tan seguro como la palabra de
Dios, que no miente, que no puede ser engañado y que no querría engañar. No hay riesgo
alguno en creer lo que Él dice. De hecho, nada es más razonable para la criatura que creer
en su Creador.
Dios prometió la vida eterna antes de los tiempos eternos. Esto se puede comprender
de dos maneras. Primero, que Dios decidió en la eternidad pasada dar vida eterna a todos
los que creyesen en el Señor Jesús, y que lo que Él decidió fue lo mismo que una promesa.
O bien puede significar que todas las bendiciones de la salvación estaban contenidas en
forma germinal en la promesa del Mesías que se encuentra en Génesis 3:15. Esto fue antes
que comenzasen a desplegarse las eras del tiempo o de las dispensaciones.
1:3 A su debido tiempo Dios dio a conocer este glorioso programa de vida eterna que
Él había decidido en las eras pasadas. Él no lo había revelado plenamente en los tiempos
del AT. Los creyentes tenían entonces una idea muy nebulosa de la vida tras la muerte.
Pero la vaguedad desapareció con la venida del Salvador. Él «sacó a luz la vida y la
inmortalidad por medio del evangelio» (2 Ti. 1:10). Y las buenas nuevas fueron difundidas
por Pablo y los otros apóstoles en cumplimiento del mandato de Dios nuestro Salvador,
esto es, en obediencia con la Gran Comisión.
1:4 La Carta se dirige a Tito, verdadero hijo de Pablo según la fe común. Pero,
¿quién es este Tito?
Tenemos que reconstruir su biografía en base de parcas referencias a él en tres de las
cartas de Pablo. Griego de nacimiento (Gá. 2:3), renació por la fe en el Señor Jesús,
posiblemente por ministerio de Pablo (Tit. 1:4). Entonces estaba dirimiéndose una batalla
acerca de qué era el verdadero evangelio. De un lado estaban Pablo y todos aquellos que
enseñaban la salvación por la gracia mediante la fe, sin añadiduras. Del otro lado estaban
los judaizantes que insistían en que la circuncisión (y por tanto la observancia de la ley) era
un requisito para la ciudadanía de primera clase en el reino de Dios. Tito vino a ser un caso
clave en la controversia. Pablo y Bernabé lo llevaron consigo a Jerusalén (Gá. 2:1) para una
conferencia con los apóstoles y ancianos. La decisión del consejo fue que un gentil como
Tito no tenía por qué someterse a leyes y ceremonias judaicas para ser salvo (Hch. 15:11).
Los gentiles no tenían que convertirse en judíos. Más bien, judíos y gentiles venían a ser
una nueva creación cuando creían en Jesús.