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Susan Elizabeth Phillips – Besar a un Ángel

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<strong>Besar</strong> a <strong>un</strong> <strong>Ángel</strong><br />

SUSAN ELIZABETH PHILLIPS<br />

—Tenemos que hablarlo. Es importante. Es... —Lo que realmente necesitamos es dejar de<br />

hablar. Rodeó la cintura de Daisy con las manos. —Ya hemos jugado suficiente al gato y al ratón,<br />

cara de ángel. ¿No crees que ha llegado el momento de actuar?<br />

El olor de Daisy lo tentaba. La recorrió con la mirada; su cuerpo quedaba resaltado por el<br />

maillot de llameantes lentejuelas rojas y la suave respiración de la ¡oven le agitaba el vello del<br />

pecho.<br />

—¿Por qué quieres hacerlo con alguien a quien no respetas?<br />

A Daisy se le cerraron los ojos cuando él inclinó la cabeza y le acarició el cuello con los labios.<br />

—¿Por qué no dejas que sea yo quien se preocupe de eso?<br />

—Me consideras <strong>un</strong>a ladrona.<br />

—Bueno, he estado dándole vueltas a ese as<strong>un</strong>to.<br />

Daisy ladeó la cabeza, y otra p<strong>un</strong>zada de culpabilidad golpeó a Alex cuando vio que los ojos<br />

violeta de su esposa brillaban con deleite y su boca suave se curvaba en <strong>un</strong>a sonrisa tonta.<br />

—¡Me crees! ¡Sabes que no fui yo quien robó el dinero!<br />

Él no había dicho eso. Pero ya no estaba enfadado. A<strong>un</strong>que no podía perdonarle lo que había<br />

hecho, entendía lo que era la desesperación y no quería seguir juzgándola.<br />

—Creo que eres endemoniadamente sexy. —Le rozó el labio inferior con el pulgar y lo encontró<br />

húmedo bajo su caricia. —¿Utilizas algún anticonceptivo o quieres que me encargue yo?<br />

Los ojos de Daisy llamearon.<br />

—Tomo la píldora, pero...<br />

—Bien.<br />

Alex inclinó aún más la cabeza y cubrió los labios de ella con los suyos. Los dos se<br />

estremecieron. ¡Santo Dios, qué dulces eran! Daisy debía de haberse comido <strong>un</strong>a de las ciruelas<br />

maduras que había en <strong>un</strong>a bolsa sobre el mostrador, porque él podía saborear la fruta en su boca.<br />

La joven entreabrió los labios, pero el movimiento fue titubeante, como si aún no hubiera<br />

tomado <strong>un</strong>a decisión. A él le resultó muy excitante esa aceptación tímida e insegura. En ese<br />

momento decidió que no le daría más tiempo para pensar, y la estrechó contra su cuerpo.<br />

Fuera del pequeño m<strong>un</strong>do de la caravana, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia, que<br />

golpearon el techo metálico con <strong>un</strong> ligero y agradable repiqueteo. El sonido era hipnótico y<br />

tranquilizador. El ruido de la lluvia los aislaba, los apañaba del resto del <strong>un</strong>iverso y los llevaba a <strong>un</strong><br />

lugar íntimo y acogedor.<br />

Daisy suspiró contra los gentiles y pacientes labios de su marido. La medalla esmaltada que<br />

colgaba del cuello de Alex se rozaba contra ella y, cuando él le pasó la p<strong>un</strong>ta de la lengua por la<br />

sensible superficie interior del labio inferior, <strong>un</strong>a oleada de calor le atravesó las venas. En ese<br />

momento todos sus principios morales se evaporaron, y cualquier idea que hubiera tenido de re '<br />

chazarlo se esfumó. Ella había deseado eso desde el principio y ya no podía reprimir la fuerza que<br />

la impulsaba hacia él.<br />

Se rindió y separó los labios, dejándole entrar.<br />

Alex se tomó su tiempo y, cuando le invadió la boca, el beso fue completamente arrebatador.<br />

Daisy respondió con fervor y él le permitió indagar todo lo que quiso.<br />

Ella introdujo la lengua entre los labios de Alex, besando las comisuras de esa boca dura,<br />

explorando el interior <strong>un</strong>a y otra vez. Rodeó los hombros de su marido con los brazos y se puso de<br />

Escaneado por PACI <strong>–</strong> Corregido por Mara Adilén Página 102

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